Thomas Wenski: “Monseñor Meurice vivió en su persona la agonía que es Cuba”

Thomas Wenski: Miami concluyó este lunes tres días de exequias a Monseñor Pedro Meurice Estiú, arzobispo emérito de Santiago de Cuba, con una misa solemne que reunió a un nutrida representación de la jerarquía católica y cientos de fieles de la comunidad.

La misa celebrada en la Iglesia San Miguel Arcángel estuvo presidida por el arzobispo de Miami, Thomas Wenski, quien tuvo a su cargo las palabras de despedida. De Cuba se encontraban presentes en la ceremonia Monseñor Dionisio García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba; Monseñor Arturo González, obispo de Santa Clara, y Monseñor Mario Mestril, obispo de Ciego de Avila.

Meurice, que falleció el pasado jueves en Miami a los 79 años, recibió el tributo de miles de feligreses y admiradores durante sábado y domingo, cuando su cuerpo permaneció expuesto en la Ermita de la Caridad del Cobre en Coconut Grove.

La Arquidiócesis de Miami informó que el cadáver será trasladado este fin de semana a Santiago de Cuba, donde recibirá sepultura en el Cementerio Santa Ifigenia. La prensa cubana mantiene estricto silencio sobre el fallecimiento y las honras al prelado en esta ciudad.

Palabras de Mons. Thomas Wenski, arzobispo de Miami, al concluir la misa celebrada el 25 de julio del 2011 en la iglesia St. Michael, Miami, por el alma de Mons. Pedro Meurice Estiú, arzobispo emérito de Santiago de Cuba.

En un mapa de relieve de Cuba cerca del monumento para los caídos de Girón en la pequeña Habana (en la Calle Ocho y la 13) aparecen estas palabras de José Marti: La patria es agonía y deber.

Como Arzobispo de Santiago de Cuba por cuatro décadas, Monseñor Meurice, sucesor digno del ilustre prelado Enrique Pérez Serrantes, vivió en su persona la agonía que es Cuba.  Y como un obispo de la Iglesia Católica y como cubano, cumplió con su deber.

Ahora, el león del Oriente descansa de sus laborales pastorales.  Murió  según vivió: con la oración en los labios, la Virgen a su lado y Cuba en su corazón.  La muerte lo sorprendió aquí en Miami, lejos de su amado Santiago – sin embargo, como dijo su sucesor, Monseñor Dionisio García, Dios quiso que muriera aquí, a lo mejor como el signo de que todos los cubanos son un solo pueblo.  De todos modos, como arzobispo emérito vivía en El Cobre, a lado del santuario de la Virgen de la Caridad; y dio su último suspiro a lado de la Ermita, el santuario que los cubanos exilados construyeron aquí en Miami.

Su amiga y también santiagüera, María Cristina Herrera, fallecida hace casi un año, lo llamaba con mucho cariño Perucho.  “Perucho” era para los católicos tanto dentro de la isla como afuera, un amigo, un hermano, un compañero, y un ejemplo.  Yo apreciaba mucho su amistad  -me recibió varias veces en Santiago.  En febrero me recibió a mi y a una delegación de la Asociación Cubana de los Caballeros de Malta en El Cobre; y yo le recibí a él varias veces en Miami.  Su vida fue un testimonio coherente del lema de la carta pastoral de los obispos cubanos sobre los 400 años del hallazgo y la presencia de la Virgen del Cobre en Cuba: A Jesús por María la caridad nos une.  Que su regreso a la casa del Padre Celestial también sea para nosotros un motivo para construir  esa unidad en la caridad.  Este es el deber de cada cubano y de cada persona de buena voluntad delante de esa agonía que es Cuba.  El Amor todo lo espera. El Amor todo lo puede.

Dale, Señor, descanso eterno; que brille para él la luz perpetua. Que su alma y las de todos los fíelos difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.

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