El peligroso turno al bate del cubano Jorge Soler

Jorge Soler, un incidente lamentable en Ligas Menores.

Jorge Soler, un incidente lamentable en Ligas Menores.

Por Eric Reynoso

El estelar prospecto cubano Jorge Soler, con un contrato de $30 millones en la franquicia de los Cachorros de Chicago, ha pagado una novatada que podría resultar demasiado peligrosa para su corta carrera en el béisbol profesional.

El cubano, de 21 años, no pudo controlar su ira y luego de intercambiar palabras con un jugador rival, el segunda base Carlos Alonso, se fue hasta el dogout contrario a tratar de ajustarle cuentas con un bate en la mano.

El incidente ocurrió a raíz de un deslizamiento de Soler en segunda base en un juego de Clase A en Daytona, Florida, el pasado miércoles. Su colega, el pitcher Frank del Valle, se echó encima del cubano para impedir su acción y evitar que las cosas fueran peores.

El hecho ocurrió en el séptimo inning de un enfrentamiento entre el equipo Daytona Cubs (sucursal de los Cachorros de Chicago) y los Threshers de Clearwater, afiliado a la franquicia de los Filis de Filadelfia.

Expulsado de inmediato

Como era de esperarse, el pelotero fue expulsado de inmediato. La Liga Estatal de Florida suspendió a Soler por cinco juegos y le impondrá una multa por un valor aún no determinado.

“Jorge está tremendamente avergonzado por lo que sucedió y entiende que lo que hizo fue incorrecto”, dijo Theo Epstein, presidente de operaciones de los Cachorros. “No pudo dormir la anoche y estuvo todo el tiempo pensando en eso. El quiere disculparse y comprende que esto no puede suceder otra vez y que será disciplinado por nuestra organización”.

El mánager de los Cubs de Daytona, Dave Keller, tuvo también palabras comprensivas hacia su discípulo: “Pienso que estaba frustrado por algunas cosas”.

El acto ha dejado sorprendido a todos sus compañeros de equipo, pues según ellos Soler tuvo un comportamiento ejemplar durante el entrenamiento de primavera 2013.

La dirección de la franquicia tomará medidas para ayudar a Soler a “controlar sus emociones” (esto en Cuba tenía otra palabra) mientras ajusta su vida en Estados Unidos. El cubano fue contratado por los Cachorros de Chicago el pasado junio y apenas ha podido jugar unos 40 partidos en Ligas Menores.

Buen comienzo, mal paso

Había comenzado muy bien esta campaña al bate. En sus primeros seis juegos promedia para 435 (23-10), con dos jonrones y cuatro carreras impulsadas.

Pero lo que avanzó desde el cajón de bateo lo estropeó de un tirón con un exabrupto de guapería barata.

Resulta verdaderamente penoso lo sucedido. No es que sea primera vez que un pelotero o deportista en general pierde los estribos: sucede casi a diario en el baloncesto de la NBA, por cualquier forcejeo físico y falta fuerte, y ante las cámaras de televisión. Pero en el béisbol hay demasiado utensilios sobre el terreno y coger justamente un bate, incluso cuando un directivo de los Cachorros se haya adelantado en la precisión de que Soler “no hizo swing” ni tuvo contacto físico, es como para preocuparse por el muchacho.

Tengo mucho respeto por Soler y admiro su talento. Lo arriesgó todo por su sueño, incluso después de que su fuga de Cuba fuera frustrada en varias ocasiones y hasta el Servicio Guardacostas de Estados Unidos lo devolviera a la isla, en enero del 2011. Pero tomar un bate para ir a amenazar a un jugador rival es una imagen que pudiera perjudicar tremendamente su despegue como profesional de Grandes Ligas.

Recoger los bates

Soler es aún demasiado joven y pasar del equipo La Habana -donde militó en las series nacionales cubanas- a una franquicia profesional con una tajada millonaria en el bolsillo es como para desconcertar a cualquiera. Pero a los 21 años hay que tener también un poco de responsabilidad y saber lo que nunca debe hacerse.

En la temporada del pasado año, el estelarísimo torpedero de los Azulejos de Toronto, Yunel Escobar, pagó caro por un chiste homofóbico que terminó convirtiéndolo en un jugador incómodo para la franquicia y condicionó su canje hacia los Marlins de Miami, que luego lo cambiaron a los Rays de Tampa Bay.

La lección de las Grandes Ligas y de otros deportes profesionales es que nadie es intocable.

Por muchas culpas que quieran echarse ahora sobre la formación de Soler en Cuba y los modales de las nuevas generaciones de cubanos, lo cierto es que hay reglas de conducta deportiva y desempeño ciudadano que resultan de elemental cumplimiento cuando se es una figura pública.

Ojalá que este torpe incidente de descontrol emocional quede en el pasado y Soler haya comprendido que nunca más debe tomar un bate en la mano si no es para demostrar sobre el terreno las razones por las que los Cachorros de Chicago le pagan.

Es hora de que recoja los bates y otras cosas más.

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