Compóntelas como puedas, Santiago

Por ANTONIO CONTE

– A mis amigos Hugo Landa  y Nicolás Pérez

  – Una vez nos enseñaron, y divulgamos luego en las salas de redacción y los salones de clases, lo siguiente: El periodista, egresado o no de la Facultad de Comunicación Social, debe tener sobre su escritorio, como eternos compañeros de viaje, los libros Diccionario español de sinónimos y antónimos, de Sainz de Robles; Redacción, análisis y ortografía, de Martín Alonso; Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco, y El Pequeño Larousse Ilustrado.

Escribir regularmente bien es una rareza. Se piensa que cualquiera escribe. A nadie se le ocurre sacarle el apéndice a un burro, construir un puente y levantar un rascacielos. Escribir, cómo no, que ya me iluminó San Francisco de Sales, patrón de escritores y periodistas. Se trata de una máscara, y como todas, engañosa.

El periodismo se estudia en el salón de clases o en la casa, haciéndole swing a las cuatro partes tradicionales de la gramática: prosodia, ortografía, morfologíasintaxis y a lo que cuelga de historia, ciencias políticas, cine, radio, televisión, Teoría de la Comunicación. Es una patraña china el cuento de que todo el que comunica es periodista. Pero es verdad que mientras más aprende el comunicador más  referencias lo acompañarán a la hora de redondear un texto. Aunque ningún saber garantiza escribir como mandan los pocos sabios que en el mundo han sido.

Importa un pito dónde se coloca el verbo, el sujeto, el complemento. La estructura de la oración se quiebra, por vicio e ignorancia, sin intención creativa. Los meses (enero febrero y marzo), los días (lunes martes miércoles) se escriben en altas y bajas. Las estaciones también; ni hablar del uso del paréntesis (signo caritativo), ni el travestismo de las preposiciones: en por a; hacia por para; desde por entre. Y los adverbios, pobres tipos desubicados en el tiempo de la torpeza. El párrafo hay que cerrarlo con un punto, nunca con las comillas.  Y los gentilicios se escriben en bajas. Son ejemplos de errores comunes, para no llegar más lejos en el laberinto de la sintaxis, sintagmas y oraciones gramaticales ¿Por qué la retranca al conocimiento, si aprender no ocupa espacio? Vagancia intelectual, o la desidia que caracteriza la época.

La escritura es oficio que se pule cumpliendo con las reglas, que no han cambiado mucho de don Ricardo Palma al jonrón 600 de Alex Rodríguez. Un texto nunca será bueno si está cargado de adjetivos, pleonasmos, oraciones subordinadas, y tierra baldía, como aquella belleza: Zutano tiene 40 años de edad. ¿De qué podrían ser los años? Tal vez de comer cativía, Y escuche a los presentadores de cualquier noticiero repetir como loros la Argentina, el Perú, el Líbano, la China, la Florida. Otra lindura es el abuso de la primera persona, porque seguramente se ignora que en español existe el sujeto omitido, que permite, para ser amables con el estilo, prescindir de la primera persona, de la segunda y la tercera, del singular y el plural, algo que no sucede en inglés y francés.

El periodismo fue un placer, pero líbrenos Nebrija de tanto mamarracho que aparece en periódicos, revistas, impresos y online. Y también de “blogueros”. Se cuentan 70 millones. Menos mal que sólo el 3 por ciento nos tirotea en español.

Sainz de Robles, Seco, Martín Alonso, no enseñan a escribir pero, como la papa, ayudan. La corrección se fue a  bolina, y a periodistas, presentadores de televisión, meteorólogos, comentaristas deportivos y público en general les da lo mismo Santiago de Compostela, que compóntelas como puedas, Santiago. No importa; nadie tiene tiempo para averiguar si arroz se escribe con cuchara, o si textear es un verbo reflexivo.

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