Adiós a Angel Arango (1926-2013), pionero de la ciencia ficción en Cuba

Angel Arango, fallecido el pasado 19 de febrero en Miami.

Angel Arango, fallecido el pasado 19 de febrero en Miami.

Por Daína Chaviano*

Lo conocí hace más de treinta años. Yo era una estudiante que acababa de ganar mi primer premio literario y aún no me lo creía.

Cuando me lo presentaron, casi no pude disimular mi emoción. Aquel señor de grandes e intimidantes espejuelos era el autor de Un inesperado visitante, un relato que me había marcado desde que lo leyera en la legendaria antología que realizara Oscar Hurtado en 1969. Contaba la historia de un Cristo extraterrestre que, usando poderes inexplicables, era capaz de alterar la materia y transformar el agua en vino o de caminar sobre las aguas. Aquel relato sigue siendo una de esas joyas narrativas que, una vez que se leen, es imposible olvidar.

Conversé con Arango innumerables veces en el transcurso de estos tres decenios. Fuimos amigos, siempre desde la respetuosa distancia que me inspiraba aquel autor casi legendario para mi generación, por tratarse de uno de los pioneros de la ciencia ficción en Cuba -un género al que se mantuvo fiel, incluso durante el tristemente célebre Quinquenio Gris, cuando se prohibió en la isla, entre otras cosas, toda obra de arte o literaria relacionada con la fantasía. Sin embargo, pese a la cacería de brujas que se desató durante esa época y que llegó a anular y quebrantar a otros autores, Arango regresó al género cuando el velo de la prohibición comenzó a levantarse, gracias precisamente a la persistencia -a veces silenciosa, pero firme- de escritores como él.

Siempre estaba haciendo planes y dispuesto a aconsejar a todo escritor que se aventurara en su terreno. Era agradable y reconfortante encontrarlo en los portales de la Unión de Escritores, y sentarse a oírlo hablar sobre otros autores que a su vez lo habían inspirado, como el propio Oscar Hurtado. No ha sido hasta hoy, al recibir la noticia de su muerte, que me he dado cuenta de lo importante que fue para mí todo ese traspaso de recuerdos y experiencias generacionales.

Después que me fui de Cuba, no supe más de él. Volví a verlo hace tres años, en casa de sus familiares en Miami, donde se quedó a vivir en su corto exilio. El tiempo había dejado su huella en él. Ya no tenía la coherencia de otros tiempos, pero seguía manteniendo su misma pasión por la literatura. Fue la última vez que lo vi, aunque siempre seguimos comunicándonos a través del correo electrónico.

Murió el 19 de febrero, el mismo día de mi más reciente cumpleaños. Según me comunicó su nuera, falleció plácidamente mientras dormía… El 18 de febrero, había escrito los últimos comentarios que dejaría en mi página de Facebook, donde mencionaba a Iván Efremov y a Santa Teresa de Jesús. Así, entre la ciencia ficción y una visionaria mística, se despidió de las redes y del mundo quien fuera el último representante de esa primera generación de escritores del género en la isla, que abriera el camino para los que vinimos después. Descanse en paz, Maestro. Espero que su alma esté ahora más cerca de las estrellas que tanto amó.

*Escritora cubana. Este artículo se reproduce con el consentimiento de la autora. Tomado del Blog de Daína Chaviano.

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