Reflexiones de la Caimana: De la guapería arcaica a la candanga castrista

Soldados estadounidenses entran en Santiago de Cuba al término de la guerra de 1898.

Soldados estadounidenses entran en Santiago de Cuba al término de la guerra de 1898.

Por Ramón Alejandro*

Para vivir agradablemente en sociedad más vale desarrollar nuestras facultades histriónicas y aprender a fingir opiniones.

Sin cierta esencial hipocresía la vida en común se nos haría imposible.

Es preferible que hagamos prueba de paciencia y “mucho teatro” como dice La Lupe, evitando ofender innecesariamente a aquellos que tienen tupidas las entendederas, no tanto como llegando a dar la impresión de que admiráramos sus boberías, pero sí evitando ponerlas demasiado de manifiesto como para hacerlos caer en un berrinche innecesario. Resultará más eficaz ponerlos de la más compasiva manera que nos sea posible frente al espejo de su propia inepcia, de manera a darles el tiempo necesario a que ellos mismos corrijan sus errores al darse cuenta poco a poco de sus propias deficiencias.

A algunos les lleva mucho tiempo entender cosas muy simples. Que aunque todos los seres humanos estamos dotados de más o menos la misma capacidad de pensar, parecería que algunos no se han tomado el trabajo de afilar este maravilloso instrumento de trabajo que nuestra Madre Naturaleza nos ha regalado haciéndonos capaces de conciencia y razón.

Baltasar Gracián, el genio

Eso es lo más imprescindible para vivir placenteramente en sociedad, según nos lo explicaba ya Baltasar Gracián siglos atrás.

Este pensador barroco es lo más interesante que haya dado la península Ibérica después de Séneca y Averroes.

Porque antes que nada lo importante es crear una armonía interna entre todos los miembros de cualquier comunidad, sin excluir a ninguno por muy ignorante que fuera, haciendo todo lo posible para que a su aire y propio ritmo cada uno tenga la misma oportunidad de desarrollar sus respectivos talentos. Así, a la implacable diferencia natural que siempre habrá entre los diversos individuos cada uno pueda hacer florecer sus disímiles gracias enriqueciéndonos simultáneamente a todos.

Para esto hay que primero estabilizar las sociedades con constituciones adecuadas inspiradas en la tradición humanista del Siglo de las Luces. Será necesario mucha hábil disimulación para llevar a cabo esta noble empresa, porque no se construye una sociedad armoniosa sin un mínimo de buenas maneras que implican una inteligente disimulación de nuestros intempestivos sentimientos e ideas arrebatadas, a las cuales todos estamos sujetos por nuestro temperamento latino. Es una pena que aquellos que hemos sido formados en el molde de la cubanidad tengamos tan poca formalidad.

Es nuestro más grave obstáculo para que lleguemos a entendernos.

Música y filosofía

Confucio pone al ritual como primer paso hacia la civilización, siendo el siguiente las disciplinas musicales que nos permiten funcionar en un grupo de semejantes, poniéndonos al unísono y aprendiendo a efectuar rítmicamente en consenso nuestras voces. Según él, solamente en tercer lugar viene la filosofía.

Por eso podemos observar que los chinos hacen actualmente con gran habilidad ciertas cosas que a nosotros nos están vedadas. Ellos gozan, gracias a su filosofía confuciana, de un sistema eficaz de formas de relacionarse socialmente. 
Organizarnos mejor mentalmente es lo que más necesitamos.

The Rule of Law es el mayor aporte que los anglosajones hayan hecho a la humanidad. Los romanos habían logrado codificarlo e implementarlo desde muy pronto y gracias a eso gobernaron al mundo conocido durante un milenio.

Aprendamos de los anglos, y así podremos adquirir el admirable grado de legítima arrogancia al que han llegado y en el cual se sienten muy orondos sin la más mínima intención de disimular el placer que les causa el éxito de su prodigiosa ascención al pináculo del poder mundial en apenas dos siglos de historia.

Saquemos provecho de aquella amarga experiencia que sufrieron los gallegos a la entrada de la Bahía de Santiago de Cuba, cuando el Almirante Cervera salió valientemente a que los cañones de los impasibles acorazados norteamericanos le hundieran fríamente uno a uno sus ridículos barquitos de madera haciendo ahogarse a los inocentes soldaditos del ya por entonces muy desflecado Imperio Español por puro gusto de cumplir con una idea arcaica del honor hispánico.

Antigüedades superfluas

En ese momento se abrió la nueva era y la pura tecnología dejaría relegadas al museo de antigüedades superfluas el valor militar y la guapería castellana. La Victoria está de parte del que maneja los drones, y serena y calculadamente mata a distancia a aquellos que osen desafiar su supremacía mundial.

Los desplantes quedaron para los tablaos flamencos y los ruedos de las plazas de toros de la vieja península.

Los cubanos que tenemos la suerte de vivir en Norteamérica no debemos distraernos tanto refocilándonos sin cesar con el lamentable espectáculo que dan al mundo los ineptos gobernantes de cierta islita adyacente a este inmenso continente.

Que eso ya es problema de los que aún tienen que por fuerza aguantar esa candanga, y nosotros nos hemos labrado un mejor destino.

Y cuando nos lo permitan las condiciones de la complicada maquinaria de necesidades y poderes que rigen hoy al mundo de la economía y de la política, con tan poca capacidad de acción para quienes preferimos pensar, deberíamos aportar nuestra contribución. Mejorándonos dentro de esta sociedad que nos ha acogido generosamente podremos quizás llegar a serles de alguna utilidad a aquellos que se han quedado varados entre las hermosas costas de nuestra querida Cubanacán. 

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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