Reflexiones de la Caimana: Del espontáneo pensamiento popular cubano

Retrato del pintor y escritor cubano Carlos Enríquez, realizado por su primera esposa, la pintora estadounidense Alice Neel, en 1926.

Retrato del pintor y escritor cubano Carlos Enríquez, realizado por su primera esposa, la pintora estadounidense Alice Neel, en 1926.

Por Ramón Alejandro*

En tiempos del apogeo de Roma, hubo un esclavo griego llamado Epicteto.

Solía suceder que en ciertas guerras los ciudadanos de algun pequeño estado vencido fueran vendidos en masa y terminaran teniendo estatuto legal de objetos, según las leyes vigentes en la entonces capital del mundo mediterráneo.

Pero la cosa no se acabó con la caída del Imperio Romano parece, porque según dice un viejo libro de historia publicado en 1903, hasta el siglo XVIII y principios del XIX también le sucedió el mismo caso a algunos individuos que cayeron presos por deudas en Inglaterra y vinieron a poblar las nuevas inmensidades territoriales norteamericanas como sirvientes, en contra de su voluntad, y que de hecho eran tratados con la misma severidad con que entonces se acostumbraba tratar a los negros esclavos en el Sur del país.

El caso es que este esclavo llamado Epicteto era un excelente filósofo que seguía la escuela de pensamiento estoica y, a fuerza de enseñar los principios transmitidos por esta sabiduría, terminó por imprudentemente irritar a su amo, quien era un romano rico, común y corriente, y que lo había comprado para que sirviera de preceptor doméstico a sus hijos.

Una de sus enseñanzas más conocidas es esta: No son los sucesos externos los que nos afectan, lo que nos afecta es la manera en que los interpretamos.

Complejo de inferioridad

El amo desarrolló tal complejo de inferioridad respecto a su esclavo que abusando de su derecho legal y del uso corriente en la sociedad de su tiempo, decidió someterlo a la terrible tortura de hacerle friamente quebrar una pierna por otro de sus esclavos.

Todo eso tuvo lugar en público, puesto que el iracundo y acomplejado amo quería que el castigo sirviera de ejemplo para que eventualmente los esclavos demasiado sabihondos supieran quedarse en su sitio y dejaran de abochornar a los demás, pero sobre todo a sus propios amos, con su arrogante exceso de sabiduría.

Para que se dejaran de parejerías y de tantos pretenciosos pedantismos fuera de su lugar de simple objeto de uso familiar, como ellos legalmente eran.

Cuenta la historia que Epicteto soportó esta ruda prueba con una impasibilidad ejemplar, sin expresar ninguna queja a través de todo el doloroso proceso, y una vez su pierna rota quedó demostrado ante aquellos insensibles espectadores que realmente ese hombre -reducido a la condición de objeto por una legislatura injusta e inhumana- realmente pensaba lo que decía y que su vida misma estaba a la altura de las enseñanzas, que siguió impartiendo aún después de esta triste aventura en la que la dignidad humana tan alto brilla por encima del imperio de las leyes que cualquier sociedad quiera imponer por la fuerza.

Sabiduría popular vs eslogan revolucionario

La sabiduría natural con la cual el pueblo cubano ha sabido torear a esa camarilla de revolucionarios que han devastado la economía de un país que fue -antes de que ellos tomaran por la fuerza las riendas del poder- de los más ricos de la América Latina.

Haciéndonos perder el tiempo lamentablemente durante más de 50 años para intentar en vano crear a un supuesto Hombre Nuevo que nunca apareció.

Llegando hasta imponer una constitución calcada de la soviética, de la cual en catiminí terminaron por deshacerse ellos mismos en los años noventa.

La actitud del pueblo cubano en su conjunto me parece tan admirable como la de ese filósofo estoico de la antigüedad.

Con la pierna rota llegamos a esta segunda década del siglo XXI, pero habiendo vencido moralmente a esos improvisados amos que han dado hasta la saciedad la prueba de su incapacidad para gobernar y que, sin la más mínima vergüenza, se siguen aferrando a la fuerza de las armas para mandar estúpidamente de espaldas a una realidad que no los perdona, ni los perdonará nunca.

¿De donde nos viene esta sabiduría ya que nadie se tomó el trabajo de enseñárnosla en ninguna escuela?

Genialidad de Carlos Enríquez

De nosotros mismos, de esa fuente de filosofía popular que existe en el corazón de los seres humanos comunes y corrientes, que siempre terminarán venciendo con su verdad a cualquiera que intenten imponerles ideas a la moda de algún lejano país, ya sea la gélida Rusia, el decadente Vaticano, o las atávicas costumbres peninsulares que hemos heredado de nuestros antepasados españoles.

El criollo ha sabido espontáneamente pensar por sí solo con muy poca ayuda de afuera.

Si no me creen lean las tres novelas que escribió el pintor Carlos Enríquez (1900-1957), Tilín García, La Vuelta de Chencho y La Feria de Guaicanama, y verán al pensamiento criollo más puro, expresado con toda claridad.

Las tres fueron publicadas en La Habana en 1960, cuando aún no nos había caído encima la cortina de hierro mental que nos cayó después de la catástrofe de Playa Girón y la Crisis de los Misiles.

Y hablando de la crisis de los misiles, y para probar que no todo el pueblo es sabio, sino que también entre sus miembros puede contener a muchos imbéciles, quisiera recordar el lamentable eslogan revolucionario de aquellas turbas ya amaestradas. Después de que nuestro Máximo Flagelador intentara hacer desaparecer del mapa a Norteamérica, incluyendo a nuestra querida islita adyacente, de lo cual por cierto solamente nos salvó la prudencia de Nikita Jruschev, gritaban aquello de:  “Nikita, mariquita, lo que se da no se quita”.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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