Reflexiones de la Caimana: El dilema nacional cubano

Maestro Bonifacio Byrne, las cosas han cambiado un poco en nuestra querida patria.

Maestro Bonifacio Byrne, las cosas han cambiado un poco en nuestra querida patria.

Por Ramón Alejandro*

Que me perdone Bonifacio Byrne, pero creo que si hoy en día nuestra bandera fuera deshecha en menudos pedazos, nuestros muertos ya no se levantarían a defenderla todavía como él hubiera creído entonces que sucedería.

Porque en estos últimos 50 años han sucedido tantas cosas inverosímiles en todos los campos del pensamiento y del sentimiento humanos a causa del desarrollo galopante de la tecnología, la neuropsiquiatría, la ciencia quántica y la misma medicina, que aquellas ideas políticas vigentes en su época ya no hay quien se las crea, ni mucho menos daría su vida por ellas, Ni siquiera después de muerto, como en pleno delirio poético de su embullo patriótico ese inspirado vate lo soñó.

Después que los Yumas nos quitaron de encima a los Gallegos, antes de que Valeriano el Malo pudiera acabar con todos los criollos, y que algunos de esos mismos criollos sobrevivientes se dedicaran a saquear las riquezas naturales de la isla en su propio beneficio, los hermanitos Castro, aconsejados por el occiso Alfredito Guevara, nos importaron -directamente al pulmón desde Europa del Este- el comején del comunismo que acabó de desbaratarnos aquel piano que de por sí ya estaba bien desafinado.

Llegó el Comandante y no solo mandó a parar aquel relajito, sino que se quedó con todo para él solito.

Con todas sus ilusiones perdidas después de esos dos fracasos nos quedamos encueros de ideales y con las manos en los bolsillos, vacíos los que se quedaron en la isla, relativamente bien guarnecidos cada uno según su ingenio propio o su buena suerte, los que vinimos a protegernos bajo la espaciosa sombra del ala del águila imperial.

Entre el miedo y la envidia

Entre el miedo que siempre nos infundió nuestro desgraciado vecinito Haiti y la envidia que nos inspira Puerto Rico, el acongojado corazoncito criollo no logra salir de su fundamental parálisis existencial.

¿Cumplir con los exigentes ideales con los que la Nación Estado nos obliga a vivir comiéndonos tremendo cable, o entregarnos a la desenfrenada gozadera del bienestar material del que disfrutan los avispados boricuas?

No hay duda que la Historia de su patria que los fiñes haitianos estudian en la escuela primaria es gloriosísima y que les llena el pecho de orgullo, pero unos centímetros más abajo del pecho las tripas les cantan tremendo guaguancó exigiendo jama, como nos lo recuerda cada vez que le ponen una cámara delante el grosero de Pánfilo.

Por su parte, sin hacer bulla ni menear el bote por puro gusto, siempre tan displicentes en su atávica sabrosura caribeña, los boricuas que no dispararon ni un tiro contra los Gallegos, mientras los idealistas cubanos echaban el bofe en la manigua pensando generosamente también en su libertad, se dan el banquete de la vida a costa del baro y los beneficios que les da la ciudadanía yuma, de lo más contentos con su suerte. Ay bendito!

Hombres Nuevos a granel

Nada, que los que sí saben vivir bien son esos Hombres Nuevos que mientras permanecen en Cuba se ganan la vida torturando a disidentes presos hasta que les llega la visa de la Embajada del Malecón, frente a la tribuna antiimperialista, y se van a vivir a Pensilvania a casa de unos parientes con todas las comodidades de las que disfruta cualquier puertoriqueño con solo haberse tomado el trabajo de nacer en Borínquen. O esos hijos adoptivos de Alfredito que se disponen a vender las pinturas que su generoso benefactor les robó cuando se piraron de Cuba a esos mismos clientes, o a sus hijos, a quienes probablemente al fin y al cabo se las terminen por vender en Miami.

Algunos piensan que el hombre nace bueno y otros dicen que nace malo. El caso es que parece ser que es la ocasión la que crea al ladrón. Porque eso de ser bueno o malo es cuestión de juicios morales que a posteriori las convenciones de cada sociedad inventa para repartir medallitas a quién se porte bien, y meter al calabozo a los que se portan mal, a fin de mantener el status quo de quién es el Cheche que se queda con la parte del león y le deja a los infelices las piltrafas para que vayan tirando en el territorio de la jurisprudencia que a cada sociedad está legalmente atribuído.

Que eso es lo que en fin de cuentas decide la moral globalizada de estos comienzos del siglo XXI.

¡A gozar y a bailar que el mundo se va a acabar, nagüe!

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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