Reflexiones de la Caimana: ¿En qué se parecen Vilma Espín y Juana Bacallao?

Juana Bacallao, Juana La Cubana, talento inconfundible.

Juana Bacallao, Juana La Cubana, talento inconfundible.

Por Ramón Alejandro*

El pueblo cubano tiene escondidas armas de creatividad masivas que tienen muy preocupado al provisorio soberano, Raúl el Pragmático.

Refugiado en su coquetica guarida de Nuevo Vedado, se aferra como puede -y como le permiten las  estrechas y desfavorables circunstancias en las que él mismo se ha metido- a esa pasada de moda abstracción de Patria que la Moña Revolucionaria trató de imponernos durante 11 lustros.

En fin de cuentas se nos va haciendo cada día más evidente que el pueblo cubano es extremadamente multifacético, y que tiene muchas más barajas en su manga que las que él se imagina, aunque la mayoría de los hombres ya muy raramente pueda ponerse ni siquiera una camisa, para ganarle la partida a ese mezquino patrón que finge pagarle y por el cual el finge trabajar.

Hoy ya sabemos por experiencia propia que no hay más Patria que la que cada uno de los individuos que componemos a nuestro pueblo lleva hirviendo de impaciente vitalidad y de rebosante imaginación, y variadísimas iniciativas personales dentro de su corazón. Por debajo de la careta de una pomposa y cacareada Soberanía Nacional que no beneficia más que a una pandillita de inútiles y aprovechadoras ratas de dos patas, obstaculizándonos a cada uno de nosotros el legítimo anhelo de ser felices e impidiendo que nos labremos nuestro propio destino como cada cual lo concibe en esa bendita isla, que de paradisíaca que fue se ha convertido en infernal.

Por el egoísmo de un vejete cagalitroso que no termina de cantar, con su desdentada boca, el esperado Manisero que muchísimos cubanos deseamos escuchar desde hace años.

¿En qué se parecen?

En efecto. Aparte del hecho de haber nacido en Cuba, ¿qué hay en común entre Juana Bacallao y Vilma Espín, entre Mirta Ibarra y Severo Sarduy, entre Miguel Barnet y el General Tortoló, entre Alicia Alonso y El Guayabero, entre el Cuacalambé y Cintio Vitier, entre Celeste Medoza y Mariana Grajales, entre José Antonio Saco y El Ambia, entre Mella y Rosita Fornés, entre Ernesto Lecuona y Luis Carbonell, entre la Marquesa de Revilla Camargo y Enrique Labrador Ruiz, entre Yoani Sánchez y Zoe Valdés, entre Gloria Stéfan y Ñico Membiela?

Todos ellos son cubanos por igual.

Cubano también es el pobre escultor que tuvo que poner su oficio al servicio de la ideología castrista para fundir ese comiquísimo monigote de José Martí que en la llamada Tribuna Antiimperialista apunta con ridículo alarde solariego su índice acusador contra la indiferente y serenísima Embajada Americana de siempre, que pacientemente espera a que Eusebio el Sabio vuelva a entronizar al Aguila Imperial Yuma sobre el elegante zócalo de dos columnas del monumento al acorazado Maine.

Que hay que tener fe que todo llega y que todo lo que sucede conviene, porque ya por lo pronto somos dos millones de afortunados cubanoamericanos aquí en Miami, santuario de la Cuba profunda, por encima y a través de aquel Huracán sobre el Azúcar que tanto alabó -con tremenda borrachera ideológica- aquel filósofo francés, el bizco Jean Paul Sartre, autor de La Náusea y de muchas otras cosas que nos trajeron ganas de vomitar a nosotros los cubanos.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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