Reflexiones de la Caimana: Los que mandan y los que obedecen

Histórica foto: el 2 de septiembre de 1960, Fidel Castro proclama la I Declaración de La Habana, aprobada por unanimidad en la Plaza de la Revolución.

Histórica foto: el 2 de septiembre de 1960, Fidel Castro proclama la I Declaración de La Habana, aprobada por unanimidad en la Plaza de la Revolución.

Por Ramón Alejandro*

Parece que fue Benjamin Franklin quien dijo que la religión consistía en hacer el bien, pero que la gente prefería rezar porque es más fácil rezar que hacer el bien.

Si no fue él quien lo dijo, de todas formas es verdad aunque lo haya dicho Cheo Malanga, porque lo importante es el valor de lo que se dice y no la autoridad de quien lo haya podido decir.

Durante siglos nadie se atrevía a decir que Aristóteles se había equivocado en nada de lo mucho que escribió, porque Aviceno, Averroes, Agustín de Hipona y Tomás de Aquino habían dicho que Aristóteles era tremenda “autoridad” y que, por lo tanto, no se había equivocado nunca.

¡Igualito que el Papa, mira tú qué cosa!

Hoy sabemos que sí se equivocó en muchos detalles, si bien su obra fue fundamental en asentar con firmeza la actitud de rigor racional que determinó el desarrollo ulterior de las ciencias en Europa.

Como en su época, las mentes estaban aún muy impregnadas de mitos de origen religioso, algunas de estas encantadoras creaciones de la fantasía poética se le inmiscuyeron en sus escritos sin que eso quiera decir que su obra sea nula.

De la servidumbre voluntaria

Pongamos por ejemplo a Etienne de la Boétie, amigo íntimo de Montaigne que murió muy joven dejando un pequeño fascículo titulado De la servidumbre voluntaria, cuya trascendecia a través de los dos subsiguientes siglos fue una de las causas de la eclosión de la Enciclopedia y de todo el pensamiento del Siglo de las Luces, primero en Francia e Inglaterra, pero que ulteriormente se extendió a toda Europa, cambiando la faz de la Civilización Occidental.

No tuvo tiempo de lucir una aureola de autoridad como Montaigne y, sin embargo, la idea nuclear de su opúsculo no sólo lo marcó a él, sino que a la larga terminó por provocar la aparición de la democracia en Norteamérica, de cuya importancia mundial hoy tenemos la fehaciente prueba.

Lo que dice La Boétie es muy sencillo.

Dice que nadie tiene más poder sobre ninguno de nosotros que aquel que nosotros le conferimos.

Que quien manda, manda porque alguien ha decidido libremente obedecerlo.

Decir esto bajo el Antiguo Régimen francés era muy peligroso.

Ni la Iglesia ni los aristócratas se percataron de la enormidad de esta simple revelación.

Mucho más importante para la humanidad que las supuestas revelaciones divinas de los numerosísimos profetas que han pretendido tener relaciones personales y privilegiadas con ese invento de su propia fantasía al que llaman Dios.

La obediencia que nos condena

La Boétie aún no se había convertido en una “autoridad” identificable y, por lo tanto, digna de merecer premios y admiraciones, o castigos de parte de las autoridades competentes.

Tuvo la suerte de morirse poco después de publicar sus breves pensamientos.

Murió sin haber sabido las consecuencias de su libre expresión.

Es evidente que estas ideas nunca penetraron en las mentes de nuestro pueblo, por eso creemos que cierta gente abusa de nosotros. Sin darnos cuenta de que fuimos nosotros quienes los pusimos en ese poder que utilizan en su propio y egoísta beneficio, y que seguirán mandando mientras nosotros sigamos obedeciendo.

O huyendo de la isla, como hemos hecho aquellos que andamos sueltos por el mundo acogidos por las generosas sociedades democráticas que nos han garantizado nuestros derechos humanos.

Raúl Castro no tiene más poder que el que le dio su hermano Fidel, a quien nosotros dijimos:

¡Comandante en Jefe, Ordene! ¡Esta es tu casa Fidel!

Que no me digan que abusan de nosotros, somos nosotros quienes les pedimos que de nosotros abusaran.

Eso es lo que pienso yo y no quiero imponerle mi opinión a nadie.

Aquí espero tranquilo a quien contradecirme quiera, o a quien ignorarme prefiera.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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