Reflexiones de la Caimana: ¿Para qué nos ha servido la soberanía nacional?

Las manos y las uñas de Fifo, como las de alguna condesa de Jaruco.

Las manos y las uñas de Fifo, como las de alguna condesa de Jaruco.

Por Ramón Alejandro*

Ya es hora que comencemos a preguntarnos para qué nos ha servido a los cubanos,  como individuos y como nación, la muy cacareada Soberanía Nacional.

Cuba y Haití alardean con bullanguero orgullo haber fraguado sendas sonadas revoluciones independentistas y sociales, que al precio de muchos muertos, miserias, sufrimientos, y de sucesivos gobiernos tan corruptos los unos como los otros, han venido a lograr hacer vivir a sus respectivos pueblos en la necesidad más extrema, falta de derechos elementales y una lamentable dependencia de otras metrópolis diferentes de aquellas que inicialmente fueron sus amos coloniales, pero igualmente explotadoras.

Hagamos excepción honorable en el caso de la occisa Unión Soviética, que de hecho se ripió su propia problemática economía tratando de mantener una ilusoria imagen de bienestar económico en Cuba para engatusar a los latinoamericanos con esta nueva versión estilo Aldea Potiomkin de un paraíso socialista que nunca existió en ningún sitio fuera de la febril imaginación de algunos intelectuales de izquierda europeos y norteamericanos.

Ni soberanía ni justicia

Cubanos y haitianos echaron a sus primeros colonizadores pero no lograron ni real soberanía ni justicia social.

Destruyeron sus estructuras de producción de riqueza establecidas al servicio de sus respectivas metrópolis de las que se beneficiaban relativamente también sus propios pueblos, pero no lograron crear nuevas fuentes de riqueza después de que los colonizadores fueron tan ejemplarmente expulsados.

Después de tanta epopeya heroica se quedaron prácticamente encueros y con las manos en los bolsillos, burlados descaradamente por sus propios gobernantes y sin santo que los atienda, porque Orishas, Loas, Muertos Poderosos, Ngangas, Evangelios pentecostales, Testigos de Jehová o Vírgenes Marías no les han traído ningún beneficio real ostensible en el plano cívico, económico y social.

Mucha bandera al viento, carga al machete y liriliri, pero poco lerelere.

Jamaica, Martinica, Guadalupe, Trinidad, Puerto Rico, Dominica y Barbados viven hoy muy por encima de los ínfimos niveles de vida en los que viven cubanos y haitianos, y sus ciudadanos disfrutan del funcionamiento de instituciones democráticas plenamente autónomas, gozando de las mismas libertades civiles que europeos y norteamericanos, aunque como todas las naciones del mundo globalizado en el cual vivimos sigan siendo interdependientes de otras economías más pujantes y estén siempre a la merced de las duras leyes del mercado liberalizado.

Sin muertos ni glorias militares, banderas y liriliris, sin hambrunas ni sufrimientos innecesarios.

Revelaciones de mi sobrino

Un sobrino mío que luego de brillantes estudios en París escogió hacerse medievalista en Alemania, al ponerse a estudiar los contratos que entre señores feudales y campesinos se concertaban para organizar la protección de los pobres y laboriosos aldeanos de esas épocas oscuras que sigueron inmediatamente al derrumbe del Imperio Romano, quedó intrigado por el uso de dos formas verbales diversas que reiteradamente aparecían en esos textos redactados en viejo alemán.

El Noble caballero candidato al puesto de protector se comprometía a proteger y “proteger” a los pobladores de la comarca tal y más cual.

No lograba comprender la razón de esa repetición.

Profundizando en la etimología tomó conciencia de que la primera forma se refería a la protección que el señor feudal garantizaba a su protegido contra los abusos de otros señores feudales que también protegían y por lo tanto gobernaban, comarcas aledañas.

La otra era la protección que el Noble Militar le tenía que garantizar a sus propios sujetos el no abusar del poder que su carácter de protector armado y gerrero profesional le daba sobre el desamparado agricultor que por ese contrato se convertía en su protegido. 

Era natural, estando dada nuestra condición humana, que el protegido se desconfiara, y previniendo que inevitablemente llegaría un momento en el cual su elegido condotiero lo intentaría avasallar más allá de lo razonable, aprovechándose de ese mismo contrato concertado libremente, y quería poner bien en claro su derecho a ser respetado por su Señor Feudal.

Que quizás fuera posible que sus abusos fuesen peores que los que el señor feudal vecino le hubiera podido infligir en caso haber invadido su territorio.

Embullos patrióticos

En nuestro Caribe nos ha sucedido precisamente eso que tanto temieron los precavidos labradores alemanes: nos faltó asegurarnos que los criollos que suplantaron a los colonizadores después del desmantelamiento de los imperios coloniales europeos en América y el subsecuente advenimiento de la hegemonía mundial norteamericana, nos garantizaran formalmente que no iban a abusar de nosotros.

No estipulamos explícita y legítimamente en un contrato esa sutil precaución.

Nos entregamos confiada y despreocupadamente en las ávidas manos de los criollos coterráneos nuestros con el embullo más patriótico, y ellos nos han tratado mucho peor que españoles, ingleses, holandeses y franceses que ya abusaron bastante sabrosamente de su gobierno mientras lo tuvieron en sus manos, lo hubieran seguido haciendo en su lugar.

Los esclavos de los ingenios azucareros cubanos comían mejor que los obreros cubanos de hoy en día que supuestamente se apropiaron y son los dueños de los medios de producción, según la Constitución revolucionaria.

Sabemos que la revolución cubana no fue ni campesina ni proletaria, sino pequeñoburguesa, pero esa pequeña burguesía estaba poseída de unas ínfulas de aristocracia de película. Alfredo Guevara el mentor de Fifo, segundo dictador de la Dinastía Biranita, siendo de origen muy humilde accedió a los estudios universitarios gracias a que en tiempos de la seudorepública a los homosexuales se les permitía asistir a clase, no como en tiempos de la revolución socialista en los que estuvieron excluídos por muchos años, pero también porque la educación universitaria ya era gratuíta.

La fineza de Alfredo

El tipo se puso tan fino que tenía terror al menor contacto con los demás seres humanos al punto de usar en ocasiones guantes por si alguna situación le exigiera dar la mano. No soporta que nadie suba con él cuando toma un ascensor. Es harto conocido y sobran las anécdotas que ilustran su extravagante elitismo, que no sólo se reducía a los predios del Séptimo Piso del ICAIC.

Ya sabemos que mientras más bajo es el origen social de un individuo más se quiere encumbrar cuando accede a alguna posición de poder. Su abominación por la cultura afrocubana lo ha llevado a manifestar públicamente su desprecio por ella, hiriendo a artistas que en cierta ocasión se levantaron y se fueron de una conferencia en la que borracho de autosuficiencia y pueril arrogancia se atrevió a ser demasiado sincero sobre ese tema. Si quieren morirse de risa lean alguno de sus discursos que rivalizan en picuencia con los del Historiador de la Ciudad que también se las manda.

El origen socialmente turbio de los hermanos Castro los hace también proclives a este mismo tipo de debilidad, observen el extremado cuidado que Fifo concede a su manicura. Sus uñas pudieran ser las de alguna condesa de Jaruco o de Mompox decimonónica. Habiendo accedido al poder omnímodo de los antiguos Gobernadores Generales del Imperio Español se mimetizan con el figurón de Don Domingo del Monte y se creen en los salones del Palacio Aldama. De ahí su racismo y ese cómico elitismo de nuevos ricos que los aqueja con timbales.

Dicen que el libro que suele regalar a ciertos jóvenes de su entorno el tercer dictador de la Dinastía Biranita, quien actualmente nos gobierna, es Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Parece que esa es su literatura favorita, lo cual puede inducirnos a sacar conclusiones enjundiosas sobre de su compleja personalidad, que coinciden curiosamente con la opinión que la voz del pueblo, que es la voz de Dios, tiene como cosa cierta, habiendo sido motivo de popular jolgorio desde el año 1959 cuando al hablar por primera vez en la televisión nacional la gente notó un poco rarito al socio.

Marqueses de la mermelada

En Haití también hubo marqueses de la mermelada y emperadores de pacotilla con entorchados napoleónicos. A pesar de hablar lenguas diversas, somos la misma gente aunque le disguste tanto a Alfredito. No quiero hablar del divino Cardenal que se rodea de escogidos jóvenes modelos de La Maison, a quienes inculca las sutilezas del amor divino en la mismísima sacristía del Palacio Cardenalicio, por algo pasó por las UMAP el socio.

Preferiría ocuparme de él solito en otra reflexión, porque además el Cardenal no está en el poder, por mucha murumaca que haga para pegarse a él.

Ya se puede ver la fuente de inspiración del mejor dibujante que ha dado Cuba, Roberto Fabelo, para hacer sus fabulosas acuarelas de teatricos burlescos. La Habana de hoy le ofrece todo lo que necesita para ejercer su acerado pincel y saciar su insidiosa imaginación.

Si no son salidos de las mismas familias privilegiadas de siempre, se han asimilado a ellas y mucha de la antigua élite se les subió al caballo revolucionario aprovechando que habían buenas plazas disponibles, porque la gente capaz se piró durante los primeros meses de convulsión social.

Lo que Fifo aprendió en Belén

Como solían hacer los Gobernadores Españoles, ellos siguen cultivando hábilmente en nuestras mentes el tema de la Plaza Sitiada, Los Jesuítas de Belén le enseñaron a Fifo aquella frase de San Ignacio de Loyola: “En estado de sitio la disidencia es traición”. Con el vetusto y acendrado temor de una nueva invasión de los ingleses, o una incursión del famoso Francis Drake o de otro pirata cualquiera.

Ahora los ingleses se han convertido en americanos -que son quienes intentarían volver a sojuzgarnos- y el pirata de nuestros días sería Meyer Lansky, con las ruletas de los casinos y toda su matraca a cuestas.

Tan oriundos del mismo Birán en la provincia de Holguín como Fulgencio Batista y Zaldívar, fundador de esa verdadera Dinastía Biranita que no cesa de gobernarnos desde que heroicamente tumbamos al precedente dictador Gerardo Machado.

Nos amedrentan con invasiones que nunca llegan.

Excavan refugios en los cuales “protegernos” cuando lleguen los americanos armados de su temible bienestar económico.

Nos atolondran con el mito de la pérdida de la identidad y toda esa trova trasnochada de la mística del Estado-Nación que inventaron los franceses del Siglo de las Luces, que ya está vieja de dos siglos.

Amenazas tan ilusorias y que les resultan útilmente fantasiosas, como lo fueron en boca de George W. Bush las armas de destrucción masivas de Saddam Hussein.

Apóstoles contemporáneos

El pueblo en su candor se lo traga todo, liriliri sin lerelere, confiando en sus próceres, patriotas y los descarados sanguijuelas de siempre, salidos de las clases superiores disfrazados de apóstoles contemporáneos.

Con tantos tarados incapaces que han nacido en Cuba tuvimos que importar uno de la Argentina poniéndolo al frente del Banco Nacional para descuarajingar la economía nacional, firmando despectivamente nuestros billetes de banco con su ridículo nombrete.

Mientras tanto, con el poder en sus manos y la sartén cogida por el mango, nuestros criollos de la élite de siempre se han cebado sádicamente en la carne y vidas de nuestros pueblos tanto en Cuba como en Haití, con los resultados que saltan a la vista. 

Y los extranjeros que aún administran y gobiernan a Puerto Rico y a esas islas francófonas y anglófonas que se extienden en elegante arco volcánico hacia las costas de la hermana Venezuela, parecen ser más compasivos con ellos que nuestros guaposos patriotas lo son con nosotros.

Estos hechos flagrantes muy difíciles de ocultar, por mucho que algunos elpidios y mimís yoyós privilegiados quieran tapar el sol con un dedo, son dignos de ser considerados con detenimiento.

Los dejo con esa saludable y necesaria reflexión metida en los fueros internos de cada uno de nosotros.

Perdonen que la Caimana se haya puesto tan seria, pero de vez en cuando hay que dejarse de choteo y tratar de usar la razón y el sentido común que, según vamos viviendo a tropezones nuestras historias, parecería faltarnos totalmente.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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