Reflexiones de la Caimana: ¿Para qué quieren casarse los homosexuales?

Wendy Iriepa, transexual cubano, protagonista de la primera boda gay en Cuba en agosto del 2011.

Wendy Iriepa, transexual cubano, protagonista de la primera boda gay en Cuba en agosto del 2011.

Por Ramón Alejandro*

Recientemente me sorprende un amigo diciéndome que en Cuba están en vía de legalizar los matrimonios de parejas homosexuales. Unos días después me viene otro con la noticia de que en Francia, después que el imbécil de Nicolas Sarkozy cayó, los socialistas de vuelta al poder han hecho lo mismo.

 Sabiendo que la única causa de los desastrosos divorcios que hacen tan infelices a tantos niños en el mundo es el matrimonio, me pregunto por qué se afanan tanto estos ilusos homosexuales en lograr que se les encasquete esa costumbre perniciosa, solamente justificada por la necesidad de asegurarse una seguridad legal y pecuniaria, de la cual felizmente estaban exentos.

¿Cómo es posible que deseen realmente poder ser parte de los perniciosos ejércitos que solamente sirven para provocar el legítimo resentimiento de tanto moro cuyos paises se han estúpidamente ocupado?

No hay duda de que el hombre, porque aunque los cubanos no lo crean, los maricones siguen siendo hombres aunque Mariela Castro les pague generosamente la vaginoplastia, es el propio causante de todos los males de los cuales amargamente se queja.

Finalmente la cuestión no concierne a una forma especial del amor propiamente dicho, sino a un estatuto social y pecuniario de quien eventualmente quede viudo.

La ciencia moderna nos ha demostrado que así como la materia y la energía son dos formas de la misma esencia, de la misma manera el amor y el dinero son la misma cosa.

Diabluras en los matorrales

Esta preocupación por legalizar a las parejas homosexuales es un efecto colateral de los avances de la ciencia y de la filosofía. De los trabajos de Freud, Nietszche, y toda la caterva de pensadores materialistas franceses e ingleses del Siglo de las Luces.

Por mucho decreto venido de arriba, a nivel de la calle los despreocupados invertidos seguirán haciendo diabluras en los matorrales, baños públicos y salas de cine de todo el planeta, las mujeres esperando en blúmers al lascivo lechero cuando el marido se fue al trabajo, y los machos seguirán deseando a la mujer del prójimo o a la insatisfecha que se les insinúa de improviso en el trayecto de un transporte público como verdaderas formas del amor real, que no consiente reglas ni acepta consejitos de nadie, ni tampoco dura más que su cortísimo instante de satisfacción fisiológica inmediata.

Baudelaire nos pinta en sus Flores del Mal dos versiones posibles del amor. En una de ellas las pareja va cayendo por un profundo precipicio, mordiéndose rabiosamente con ferocidad canibal en el deseo de calmar el fuego de su pasión y poseer al amado a pesar del sufrimiento de los inevitables celos.

Una lucha a muerte entre los dos sexos.

En otro poema nos dice que el mejor amor es el que sentimos por una bella mujer a la que nunca volveremos a ver después de que fortuitamente cruzamos sus pasos cuando paseamos por un boulevard.

Más cerca de lo objetivo, consideremos que la homosexualidad -con la esterilidad que conlleva- es el mejor remedio para la sobrepoblación que amenaza con la extinción a nuestra especie. Valdría la pena recomendar la sodomía en los cursos oficiales de educación sexual como manera mucho más eficaz que ninguna otra de luchar contra ese peligro.

Que esa práctica nunca le ha hecho ningún mal a nadie si se utiliza el adecuado lubricante, y dicen muchos que es ideal para sanar las hemorroides.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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