Reflexiones de la Caimana: La moña revolucionaria no da para vivir

Espía Juan Pablo Roque: Lo suyo es puro teatro.

Espía Juan Pablo Roque: Lo suyo es puro teatro.

Por Ramón Alejandro*

Son muy contrastadas las diversas formas de comportamiento social que naturalmente producimos los infelices individuos que a empujones andamos inmersos en el complicado tejido interactivo en el cual toda organización política nos enmaraña.

Entre esas formas posibles resaltan algunos ejemplos que pueden convertirse en paradigmas definitivos y eventualmente inspirar a un joven que debuta en la vida.

Quiero hacer resaltar solamente dos que se me antojan particularmente aleccionadoras entre las muchísimas otras formas de comportamiento posibles.

Habrá siempre algún individuo a quien estaremos inclinados a considerar como una excepcional lumbrera, y habrá también otros a los cuales simple y sencillamente podremos considerar, sin excesivos escrúpulos, como lamentables imbéciles.

Nietzsche se puso a divagar sobre el Übermensch y se disparó una trova apasionante sobre la muerte de Dios y la nueva moral digna del superhombre que iba a sobrevolar soberbiamente el abismo entre el Bien y el Mal, tal cual estas nociones básicas de la moral nos habían sido inculcadas a la fuerza, y con inmediata amenaza de hogueras ardiendo en caso de disidencia -si no me lo creen pregúntenselo al Cacique Hatuey de Quisqueya- durante milenio y medio por nuestra Santa Madre la Iglesia Católica y Apostólica de Roma.

Pero toda aquella interesante especulación filosófica naufragó cuando llegó al poder en Alemania el cretino de Adolfo Hitler, electo en absolutamente libres y democráticas elecciones como el zambo Hugo Chávez fue electo en Venezuela. Creyéndose la encarnarnación del susodicho übermensch, Hitler en cuanto pudo se le tiró al mismo tiempo a morderle la pantorrilla a la mayoría de las democracias burguesas occidentales y a la zangandonga URSS de su compadre Stalin.

Se le fue la mano al nagüe.

Le salió el tiro por la culata al ambia.

Todavía el continente europeo no se ha recuperado de aquella memorable Fiesta del Güatao que le costó 20 millones de cadáveres a la civilizadísima cabecera de Occidente.

Pero sin subir tan alto en las jerarquías -ni en la Historia con mayúscula- podemos ver como simples tarugos de gobiernos más o menos legítimos, o que pasan por tales como el cubano, se comen tremendos ñames sin darse ni siquiera cuenta.

Y mira que el muchacho ese del que les voy a contar la triste historia tenía buenas barajas en su jueguito, que me da hasta pena cuando considero con delectación, mientras vacilo sus fotografías, lo sabroso que todavía luce ahora que ya está hecho un temba. Tremendo actorazo, émulo de Richard Gere, galán digno de las más delirantes telenovelas al gusto de México o de Venezuela.

¡Cuanto talento e incomparable figura desperdiciados!

Lo que habrá sido cuando estaba en plena actuación encima de su espectacular escenario, sobre el cual fingió de maravillas su “falsedad bien ensayada, su estudiado simulacro”.

Para alquilar balcones, caballeros.

Por su parte y muchos siglos atrás, Leonardo da Vinci quien durante muchísimos años recibió insignes señales de aprecio y distinguidos favores por parte de los Sforza, familia de condotieros que en aquellos tiempos gobernaba en beneficio propio el rico Milanesado, al ver la derrota de su protector y amigo en su lucha contra Francisco Primero, Rey de Francia, después de retirarse prudentemente a tierras seguras fuera del escenario donde el tremendo ajetreo entre hombres de armas en pugna por el poder de esa opulenta comarca puso la cosa mala, aceptó tan campante y sin el menor remilgo la invitación del vencedor monarca extranjero a seguir sus huestes victoriosas hasta el valle del Loira, donde prosiguió su obra en un hermoso castillo.

Allí el respetuoso Rey lo acomodó hasta que en paz consigo mismo, expiró a una avanzada edad después de beneficiar a toda la humanidad con un caudal de inventos, ideas y pinturas exquisitas que todavía dan que pensar y admirar al común mortal de hoy en día, 500 años después.

Ni se acordó más nunca de aquellos buenos tiempos que su desgraciado amigo Sforza le hubo prodigado con amor de tirano.

Se limpió con lo que pudiera decir la gente bien pensante y los que le salen a cualquiera con la moralina de siempre a propósito de cualquier cosa.

¡Oye, qué malagradecido que tú eres, chico! 

Cuando Napoleón puso a su hermanísimo Pepe Botella a reinar sobre el comejeneado trono de los borbones de España, Goya, quien había sido el pintor de la corte durante muchos años, no se acomplejó por aceptar el mismo puesto cuando el nuevo monarca apuntalado sobre las bayoneta francesas del “Big Brother Napo” se lo propuso.

Resolvió como cualquiera su empleo fijo para poder seguir pintando a su aire.

Parecería que los grandes talentos no se embarazan con boberías, y le dan preeminencia a su propio beneficio igual que suelen hacer los grandes de la política.

Solo los tarugos empedernidos obedecen a los criterios que dicta la moralina de vulgo.
Y se clavan.

Un buen día Juan Pablo Roque se echó a nadar hasta la base de Guantánamo para ponerse bajo la protección del Imperio Americano y servir de agente secreto contra su hasta entonces muy querido gobierno revolucionario cubano.

Pero “lo suyo era puro teatro”, como nos lo canta tan deliciosamente La Lupe.

El tipo hasta se casó con una inocente, cuando de primera y pata, de sopetón, va y fuácata, desaparece al acercarse la fatídica fecha del asesinato de los cuatro igualmente inocentes pilotos de Hermanos al Rescate, que dejaron su vida tratando de salvar cuanto cubano hallaban zozobrando a la deriva en el Estrecho de la Florida.

“Fue su mejor actuación destrozar su corazón”, nos recuerda igualmente la misma Lupe.

Pero es que -según ese magnífico actor que es  Juan Pablo Roque- parece que esas desafortunadas futuras víctimas cometieron el horrendo crimen de soltar cuatro papelitos sobre La Habana violando brutal e imperdonablemente la quisquillosa susceptibilidad del Soberano Nacional Exclusivo, Don Fifo Primero de Birán.

Porque todavía en su más reciente entrevista, Roque defiende tercamente el derecho de Fifo Primero, segundo dictador de la dinastía Biranita -fundada por Don Fulgencio Batista y Zaldívar y que nos gobierna desde hace 80 años después de que heroicamente tumbamos al anterior dictador Gerardo Machado- a defendernos contra las intolerables agresiones perpetradas por quienes tan zoqueticamente, y por cuenta propia, pretenden salvar a los que zozobran en medio de la traicionera Corriente del Golfo en detrimento del legítimo orgullo patrio cubiche, tal cual lo entienden los ñángaras en su indromuria mental tan lamentablemente pasada de moda.

Pero nos dice todavía cosas más interesantes el socio: cuenta que actualmente las está pasando perras y que vende su Rolex que le pagaron los servicios secretos yumas y hasta la casa que heredó de sus padres a ver si resuelve, porque la Moña Revolucionaria no le da para vivir.

Añora, dice, los cuatro años en que fue el tan bien pagado lacayo del Imperio Revuelto y Brutal que nos desprecia.

El tipo de lo más orondo, insiste en que cumplió con su deber patriótico mandando al otro mundo a los cuatro Hermanos al Rescate, y que está muy orgulloso de sus proezas dignas de una de esas ficciones hollywoodenses que embobecen consciente y malintencionadamente al pueblo cinéfago. 

Se comió tremendo ñame y todavía no se ha enterado. No ha caído en la dimensión trágica de la malanga extraña en la que se metió cumpliendo con lo que le mandaba su Capitán Araña, el mismo que tiene en remojo y por puro gusto a los cinco héroes del liriliri de la abeja heroica y de la avispa chivateada por el propio Comandante Araña. Sin que nadie se beneficie de tanta miseria humana que al Ocambo Palaciego le importa un bledo.

Nada, que habrá siempre Leonardos da Vinci que conocen la vida y saben vivirla, y pobres soplatubos como Juan Pablo, que para colmo tiene nombre de Papa.

Siempre habrá Reyes ilustrados, vencedores y magnánimos como Francisco Primero de Francia y mequetrefes fracasados como Don Fifo Primero de Birán, soberanillo abusivo de una arruinada isla, antaño emporio de riqueza poblada por un pueblo ya exsangüe, y por encima de eso, sumido en la ignorancia de qué cuernos es lo que les está pasando de verdad con su teque que nunca cesa.

Con su Leonardo da Vinci de bolsillo, el atrasado mental de Cacho.

¡Que nadie sabe como es que no se acaba se morir el muy guacandraco, porque hace rato que le toca, asere!

Tal parece que el Dios Padre no quiere en el Cielo más barbudos que Él.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

Otros artículos de la serie:

Reflexiones de la Caimana: ¿Para qué nos ha servido la soberanía nacional?

Reflexiones de la Caimana: Miguelangel, el corrector cubano de Kim Il Sung

Reflexiones de la Caimana: Mimí Yoyó de fiesta en París

Reflexiones de la Caimana: Un plan fallido para convertirme en chivato

Reflexiones de la Caimana: El regusto de ser vigilado por segurosos

Reflexiones de la Caimana: Un infiltrado comunista en Buenos Aires

Reflexiones de la Caimana: El guerrillero argentino que no murió en Bolivia

CATEGORÍAS

COMENTARIOS