Reflexiones de la Caimana: Trabajar para el inglés

Luis XIV: un accidente anal que cambió la historia.

Luis XIV: un accidente anal que cambió la historia.

Por Ramón Alejandro*

Todo comenzó un día del mes de enero de 1686, cuando Su Majestad Luis XIV cayó súbitamente enfermo.

Parece que al sentarse despreocupadamente sobre uno de los cojinetes de su acolchonada carroza a través de cuyos ricos brocados desafortunadamente sobresalía el puntiagudo canuto de una malhadada pluma, el socio se hincó el orificio anal, porque tratándose de tan egregio personaje no creo que pueda permitirme utilizar esa palabra de cuatro letras en la cual aunque yo no la haya escrito ustedes ya están pensando, principalmente por no incomodar a mi amigo Vicente Echerri.

Esta inesperada contrariedad le provocó un absceso en ese delicado sitio al cual hubiera sido prudente practicarle lo antes posible una salutífera incisión de manera a evitar una posible infección, tanto más probable cuanto las condiciones de higiene de esa época en todo el continente europeo dejaban mucho que desear, después que nuestra precavida y santa Iglesia Católica decretó la clausura definitiva de las termas romanas donde las tentaciones de la carne se exacerbaban peligrosamente ante la contemplación de tanta desvergonzada desnudez, causando caer en el Infierno a quién sabe cuantas inocentes almas que a fuerza de mantener tan limpios sus insignificantes cuerpos así perdieron sus preciosas almas.

Dolores y ungüentos sedativos

Pero los médicos de la Corte aterrorizados ante la perspectiva de poner sus vulgarísimos dedos en el mismísimo fundamento de su Majestad Real, optaron por untarle discretamente ungüentos sedativos y otros diversos paliativos para atenuar los terribles dolores de Su Real Majestad.

Esos paños tibios resultaron totalmente ineficaces, y cuatro meses después, todavía el Rey se retorcía de dolor.

Cuando de repente los Cirujanos Reales se percataron con indescriptible horror de la existencia de una fístula. El pánico se propagó por toda la Corte, llegó a París y hasta se pudieron escuchar surgir los llantos y los lamentos desde los oscuros y miserables cubículos en las más humildes chozas de los confines del atribulado Reino.

Ante tan desoladora situación, Félix de Tassy, Primer Cirujano Real, se decidió a operar, y concibió un bisturí muy especial, con la hoja recubierta de una fina película de plata, verdadera obra maestra de orfebrería que, como joya al fin, llevó otros dos meses para poder ser llevada a cabo y realizada.

La operación tuvo lugar el 17 de noviembre, sin anestesia por supuesto, pues aún no se conocía esta feliz manera de evitar dolores innecesarios y era común opinión en esos tiempos que cuando el dolor venía había que aguantarse parejo y no más, porque el dolor nos venía de arriba.

Que lo que Dios te da bien te lo puede bendecir San Pedro, y mientras más se sufre en este Valle de Lágrimas más nos acercamos a la bienaventuranza celestial que nos está garantizada para después de nuestra muerte.

Fueron necesarias otras dos intervenciones porque la llaga cicatrizaba mal.

Finalmente no fue sino hacia las Navidades de ese mismo año que pudo anunciarse a la Corte y al pueblo que el Rey había superado la crisis provocada por ese endiablado canuto tan puntiagudo como mal intencionado, que la cosa llegó hasta a tener ciertas inquietantes repercusiones respecto al equilibrio de poderes con las otras coronas europeas rivales de Francia en el tablero geopolítico del viejo continente, y era urgente hacer callar los insistentes rumores que esos eternos enemigos de la Hija Primogénita de la Iglesia habían hecho correr en el extranjero sobre la agonía e inminente muerte del Rey Sol.

Solemne cántico

En cuanto las distinguidas Señoritas de Saint Cyr recibieron la fausta noticia del feliz éxito de Félix de Tassy, como dignas protegidas que eran de Madame de Maintenon la favorita, es decir la querida oficial de Luis XIV aceptada complacientemente por toda la corte, incluyendo a los ensotanados representantes del Vaticano, inmediata y espontáneamente se propusieron componer un solemne cántico celebrando la curación del monarca.

La misma Madame de Maintenon escribió unos insípidos versitos de ocasión que les fueron entregados al genial Lulli quién en un dos por tres les dió forma musical:

¡Grand Dios, salva al Rey!

¡Larga vida a nuestro Rey!

¡Viva el Rey, Victoria, Felicidad y Gloria sean con Él!

¡Que goce de un feliz reinado y que el Cielo le dé su apoyo!

Les Demoiselles de Saint-Cyr tomaron la encantadora costumbre de que cada vez que el Rey venía a visitar su escuela, todas ellas, muy bien emperifolladas, lo venían a saludar cantándole en bien afinado coro esta corta obrita concebida en su honor.

Fue en una de esas ambilísimas y deliciosas ocasiones que de paso por Versailles en el año de 1714 se halló presente el compositor Häendel, quién al escuchar el cántico le pareció tan bello que anotó inmediatamente sus palabras y su melodía, siguiendo poco después su viaje rumbo a Londres donde dió a traducir esos sosos versitos a un humilde clérigo llamado Carrey quién los tradujo de esta manera:

“God save our gracious King! Long live our noble King! God save the King, send him victorious, happy and glorious long reign over us, God save the King!”

Häendel, ni corto ni perezoso se precipitó ipso facto a la corte donde haciéndole creer que era obra original suya le ofreció el cántico de las señoritas de Saint Cyr al Rey Jorge I, quien muy halagado, declaró que desde ese día en adelante ese cántico sería tocado en ocasión de cada ceremonia oficial.

Pegajosa melodía

Así que esa pegajosa melodía que se nos antoja tan británica es el resultado de la colaboración fortuita de la francesa Madame de Maintenon, el italiano Lulli, el inglés Carry y el alemán naturalizado inglés Haendel sin desdorar al Rey Luis XIV, quien puso su real ano al servicio de sus acérrimos enemigos, los gobernantes de esa Pérfida Albión a quienes, sin comerla ni beberla y de esta retorcida manera, les regaló como quien dice su himno nacional.

Que como bien se puede apreciar en esta historia no hay duda que el derecho divino de las realezas europeas y sus pompas embobecedoras está bien asentado en sus reales ojetes, y que hoy en día los zánganos descendientes de esa caterva de salvajes que obtuvieron sus tronos ya sea por la violencia de las armas, la prostitución de sus hijas en casamientos interesados política y financieramente, y otras oscuras traquimañas, negociaciones secretas y abusos familiares son como por pura casualidad los más ricos pejes de sus respectivos reinos consolidados con sangrientas guerras provocadas por sórdidos intereses comerciales, siglos de vergonzosos colonialismos y siniestras relaciones de fuerza por afianzarse en su poder.

Cuando veo a algún criollo quejarse de nuestra inmadurez política y admirar a esos reinos europeos cimentados sobre la rapiña de siglos de explotación feudal y su carnavalescas ceremonias palaciegas, me digo que realmente hay que ser muy tarugos para poder comerse semejantes ñames.

Que hay que ver como las civilizaciones terminan por escribir derecho con líneas torcidas, que gobernar no es fácil y que nadie sabe para quién trabaja, porque ni el mismo Luis XIV se dió cuenta cuando se pinchó su soberanísimo fondillo que en realidad estaba trabajando para el inglés.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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