Reflexiones de la Caimana: Vas a terminar como la Mata Hari

La Mata Hari en una foto de 1908.

La Mata Hari en una foto de 1908.

Por Ramón Alejandro*

Un muy viejo amigo perdió el control de sí mismo después de leer algunos capítulos de mi novela Adua la Pedagoga, que por cierto está siendo publicada en estos días  por la editorial Aduana Vieja (y que si el Demonio me presta vida y sigue azuzando mis aviesas intenciones, voy a presentar en la próxima Feria del Libro de Miami).

En efecto, soy testigo de que este viejo amigo recibió una esmerada educación que su estirada gobernanta inglesa le impartió. Por puro azar yo la conocí de niño pues visitaba mi casa siendo amiga de mi madrastra alemana.

Con su blanquísima faz, enrojecida por la adrenalina, me dijo; “Eres un exhibicionista y un resentido”.

Recientemente un recién conocido correspondiente con quien intercambié varios emails de contenido vagamente cultural, me interpeló súbitamente escribiéndome: “Eres un exhibicionista y un adicto al rucurucu”.

Por lo de mis aviesas intenciones me refiero a otro conocido que ya hace muchos años, cuando empecé a enviar por correo electrónico estas no solicitadas reflexiones a un grupo de relaciones, me había acusado de tener “una agenda”.

Quería decir que según él yo buscaba un resultado preciso e interesado con mis especulaciones y análisis, para mí totalmente lúdicros y gratuítos. Porque siempre fueron para mí un simple ejercicio puramente intelectual resultante de mi perplejidad ante el espectáculo tan estimulante que ofrece una cultura tan curiosa como lo es la nuestra, sobre todo a quien -como yo- ha vivido lejos de ella durante la mayor parte de su vida. 

Dejemos el resentimiento y el rucurucu de lado por el momento y concentrémonos en el “exhibicionismo” que por algo es el denominador común de dos de las tres mencionadas reacciones.

Entre cubanos hemos aprendido a vivir bajo la vigilancia constante de nuestros seres queridos que con la mejor buena conciencia del mundo se meten cuando y cuanto desean en nuestros asuntos estrictamente personales, siempre por nuestro propio bien, por supuesto.

Hemos aprendido a considerar esta forma de relación asimétrica como prueba de cariño. Mi mamá me jode mucho porque me quiere mucho. Mi amigo no me deja respirar porque me quiere muchísimo. Mi mujer es insoportable por lo mucho que me quiere.

Entre nosotros los consejos son frecuentemente imperativos. No te sugieren soluciones para tus problemas: Te imponen hacer las cosas como ellos dicen, por supuesto por nuestro propio bien. En cuestiones de amor ni tengo que explicitárselo, pues cada uno de nosotros conoce demasiado bien el cuento.

Todo este conglomerado de actitudes tan corrientes es lo que yo llamo el “abuso consentido” dentro del cual vivimos alegremente donde quiera que instalemos nuestro “cubaneo”: The Cuban Way of Life.

Es por eso que el MININT se siente libre de mandarnos individuos para penetrar nuestras intimidades y obtener informaciones de nuestras vidas y milagros eventualmente útiles para ellos.

Es porque nos quieren mucho.

Velan por nuestros intereses que son, por supuesto, los del pueblo cubano que es quien de verdad gobierna en Cuba, según la Constitución.

Cuando alguno de ellos entra en relación con nosotros y nos damos cuenta a lo que vienen, al principio hasta nos sentimos halagados. Algo en nuestros reflejos pavlovianos bien interiorizados nos hace pensar que es una verdadera felicidad tener en La Habana todo un Ministerio con funcionarios, que, aunque mal pagados pagados son para vigilarnos y enterarse de nuestras interioridades más secretas. No creo que ningún otro pueblo latinoamericano goce de tanto y tan apretado interés por parte de sus gobernantes como gozamos nosotros.

Como en nuestro caso se trata de cubanos, por supuesto una gran parte del interés que por nosotros tienen está centrado en nuestras preferencias sexuales.
Fue en la Ciudad Luz que al adquirir ambos cierta notoriedad, Severo Sarduy y yo empezamos a recibir las amables llamadas telefónicas seguidas de igualmente amables visitas de un seductor y atlético joven supuestamente “encargado cultural” de nuestra Embajada en París.

Néstor Almendros, que era catalán y no criollo, naturalmente nunca quiso recibirlo.

En mi novela lo nombro Elpidio Manduley, pero como en ella les cuento lo que siguió, los voy a dejar ahora con las ganas de saber más.

No tienen más que esperar a que yo presente Adua la Pedagoga en la Feria para comprarme un ejemplar que yo les dedicaré con mucho cariño y atención personalizada.

Pero lo que les puedo decir ya desde ahora es que Elpídio, ante los repetidos rechazos de Néstor Almendros, furioso de no obtener por las buenas el ansiado acceso a su casa para escanear debidamente su intimidad, me decía con muchísimo énfasis: “El problema de Néstor es vaginal”.

Al llegar al adjetivo clave que le da ese color tan carnal a esta frase, aspiraba la “G” de manera tan vulgarmente habanera, como si esa gutural se hubiese convertido en un vaho pegajoso que le surgiera de lo más profundo de su hermosa tráquea, que casi me provocaba deseos de vomitar. Me maravillaba que un encargado cultural se atreviese a emplear vocablos tan soeces.

Only a Cuban, pensaba yo para mis adentros.

No me lo nieguen, ustedes también son adictos al rucurucu, que yo no soy el único de mi especie.

Mientras tanto, pueden tratar de conseguirse el número telefónico de aquella señora que fue mujer del infiltrado Juan Pablo Roque para que les cuente su vida privada con ese hermoso agente secreto del MININT.

¡Qué cosa es la que tienen cierta gente con la hermosura de los esbirros cubanos!

Misteriosamente su apuesta y elegante figura de varón desapareció de Miami justo el día antes de que la artillería antiaérea de La Habana tumbara a los dos aviones de Hermanos al Rescate. Todavía recuerdo las grabaciones en las que los hermanos pilotos de la FAR llamados cómicamente Pérez Pérez jubilaban, profiriendo palabrotas al congratularse de haber dado en el blanco.

Quizás ella no sea tan adicta al chisme como yo.

Puede ser que entretanto haya abierto una línea confidencial a tantos dólares el minuto para hacerles parte de sus memorias.

Hasta puede que los mande destempladamente a bañarse, o los cubra de  improperios.

Conste que no estoy incitando a nadie a molestarla.

Que mis intenciones no son tan aviesas ni suelo calcular tan rebuscadamente lo que me da la gana de decir cuando me pongo al teclado.

Puede que La Caimana sea nieta de la Mata Hari y sencillamente goce como una loca solamente enredando la pita.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publicará semanalmente el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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