Zafarrancho en Miami Beach: El Consulado cubano y la batalla de ideas

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Escena del debate por el Consulado cubano en el plenario de la Comisión de Miami Beach.


Por Miguel Fernández Díaz
El zafarrancho se veía venir y con Vigilia Mambisa a la vanguardia se inició el combate. Fue un enfrentamiento tenaz. Una guerra plantada en el Ayuntamiento de Miami Beach para desbancar una propuesta -vaga y remota- de permitir el establecimiento de un Consulado cubano.
Como no aparece por ninguna parte la buena guerra, de sangre y balacera, ciertos voceros del exilio proclamaron ya la primera batalla que se le gana a la política del cambio-fraude en Cuba. La victoria estriba en que el alcalde de Miami-Beach, Philip Levine, tomó la decisión de no acoger el consulado cubano en La Playa, tras una votación adversa de 4-3 en la Comisión municipal. La algarabía por el triunfo retumbó en los medios locales, donde las noticias sobre la comunidad exiliada y el acontecer de Cuba se reducen cada vez más a una fútil cobertura de imprecaciones.
Solo que el régimen de La Habana no ha solicitado abrir consulado ni allí ni en ninguna otra parte. Así, la batalla se redujo a que Levine diera marcha atrás en su ademán de pasarle al funcionario cubano Gustavo Machín, el 23 de marzo, la idea de que un consulado de Cuba sería bienvenido en Miami Beach.
Pasión y perjuicio
Tras haberse colado con el comisionado Ricky Arriola en viaje de estudiantes a la isla, Levine largó esta idea para sacar ventaja del guirigay del gobierno condal contra la apertura de un consulado cubano en la zona metropolitana del Gran Miami. Tampoco en este caso Cuba había siquiera insinuado abrir un consulado y la decisión se tomó a sabiendas de que los gobiernos locales no tienen competencia para enredarse en asuntos de política exterior. Si va o no va un consulado en cualquier punto del territorio estadounidense dependerá de la anuencia del Departamento de Estado y el gobierno cubano.
Presuntos voceros del exilio que ya no van a la muerte por ninguna idea, se creen que dan guerra al castrismo agitando cualquier idea frente a las cámaras y los micrófonos, u ocupando el magro espacio de opinión que va quedando en el periódico local. Así se propagó la loca idea de la batalla ganada en Miami Beach, con amplio despliegue en vivo en los noticieros locales y las tribunas de agitación propagandística en que han terminado convertidas ciertas columnas en la prensa miamense.
Para dar el tono de batalla, la vocinglería transfiguró el consulado imaginario en una movida estratégica de la dictadura castrista, que buscaría -según la ilusión de un columnista- “anular a Miami como matriz de la oposición externa y santuario de la oposición interna”.
Valga recordar que tal matriz en Miami quedó anulada hacia 1965, cuando su estación de la CIA [JMWAVE] pasó de ser la mayor del mundo a radicarse en un efficiency de North Miami, ya que los agentes de Castro penetraron al exilio beligerante y la propia CIA hasta los tuétanos para sellar la suerte de la guerra.
En tiempos de paz
Después de colar agentes en tiempos de guerra, Fidel Castro mandó a gente en tiempos de paz, ajenos a la idea de que un Consulado en Miami sea una ofensa para los exilados. Al contrario, la invasión demográfica de cientos de miles de cubanos conducirá, más tarde o más temprano, a que se abran consulados de Cuba en Miami y otras partes de Estados Unidos por simple imperativo de las relaciones diplomáticas y comerciales.
Como santuario de la oposición interna, Miami también quedó anulado desde que comenzó a servir tan solo para que el exilio desesperado depositara sus esperanzas en personajes que, como afirmó Esteban Fernández, veterano de la buena guerra, “hasta el bobo de la yuca puede darse cuenta que no van a resolver nada”.
Los presuntos y presuntuosos voceros del exilio tampoco van hasta la muerte por ninguna de sus pasiones, sino que prefieren empinarlas sobre absurdos que a menudo desembocan en la decepción tras recorrerse el atajo del embullo sin tener que correr el peligro, como antes, de que alguien cayera en combate. Así quedó ilustrado ejemplarmente con el frenesí por el Mariel en la década de los 80, el ya viene llegando y el volveremos a La Habana de los 90, la locura con Elián González a principios de la siguiente década, y tantas otras ilusiones perjudiciales a la higiene mental.
Cuando finalmente Washington y La Habana tomem la decisión de plantar, uno, dos, tres, muchos consulados, sobrarán las ciudades en Florida y Estados Unidos para alojarlos.
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