¿Fue Fidel Castro un estadista exitoso?

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De la exposición Fidel es Fidel, de Roberto Chile, inagurada este martes en La Habana.

Por Clive Rudd Fernández

Antes de abandonar el poder en el 2006 a causa de su enfermedad, Fidel Castro dijo en una entrevista al cineasta estadounidense Oliver Stone que “aunque fuera el último revolucionario de Cuba, él seguiría luchando por la revolución”.

Esa obstinación por mantener su proyecto revolucionario con vida es interpretada por muchos de mis amigos como la razón del éxito de Fidel Castro, a quien algunos llegan a catalogarlo de “genio de la supervivencia”.

A fin de cuentas, Fidel Castro, que hoy arriba a los 88 años, fue capaz de mantenerse en el poder por casi medio siglo y su revolución -al menos en términos retóricos- aún está en pie.

Además, sobrevivió cientos de intentos de asesinato, un plan de invasión apoyado por la CIA en 1961 y el colapso del comunismo soviético.

Manifiesto democrático y nacionalista

Sin embargo, prefiero evaluar su éxito basándome en los objetivos que el propio Fidel Castro preconcibió para su proyecto de país. Aquellos objetivos de la revolución se publicaron en un documento conocido como Manifiesto de la Sierra Maestra, firmado por Fidel en julio de 1957.

El manifiesto en su totalidad cubría unas 900 palabras y un par de cuartillas de carácter claramente democrático y nacionalista.

A grandes rasgos las intenciones del Movimiento 26 de Julio eran la eliminación de la dictadura de Fulgencio Batista, el establecimiento de una democracia a través elecciones libres y el restablecimiento de la avanzada constitución de 1940 así como la creación de una sociedad más justa y con igualdad de oportunidades para todos los cubanos.

Entonces, ¿cuánto éxito tuvo Fidel Castro con sus objetivos?

El primero, derrocar a la dictadura de Batista, se logró con un saldo de alrededor de 2,000 cubanos muertos, pero fue conseguido.

Del segundo, el establecimiento de una democracia vía elecciones libres, hay muchas interrogantes sobre por qué no se ha logrado aún, pero los hechos son irrefutables: Cuba no ha celebrado elecciones libres desde antes del golpe de estado de 1952.

Y sobre la creación de una sociedad más justa y con igualdad de oportunidades para todos los cubanos, hay muchos debates con posiciones en ambos lados del pasillo del pensamiento político, pero está claro que aunque se avanzó en algunas esferas, no se creó una sociedad al estilo de Noruega o Corea del Sur, donde el índice de desigualdad Genie es uno de los más satisfactorios del mundo.

Capacidad de sobrevivencia

Si nos olvidamos por un momento de los objetivos de la revolución expuestos en el Manifiesto de la Sierra Maestra, de que el gobierno revolucionario nunca celebró elecciones democráticas, y que después de más de medio siglo en el poder la situación económica y política en Cuba es una de las peores del hemisferio occidental, y nos concentramos solamente en su capacidad de supervivencia, entonces no tendré otra opción que darle la razón a mis amigos.

Desde los inicios del movimiento revolucionario, Fidel Castro demostró una capacidad increíble para divorciarse de la realidad y convencer a mucha gente de que su visión para Cuba era la correcta.

Así convirtió el suicida ataque al Cuartel Moncada en una bandera y un movimiento de lucha. Así convenció a los campesinos de la Sierra Maestra de que aunque su ejército tenían solo un puñado hombres, le iban a ganar la batalla a un ejército regular de más de 50,000 soldados.

Y así lideró el Movimiento 26 de julio hasta la victoria cuando mucha gente con una dosis importante de conexión a la realidad no lo esperaba.

José Martí ya nos había advertido de que “las cualidades que a un general le puede dar mil victorias puede ser destructivas para gobernar durante tiempos de paz”.

Parece ser que el obstinamiento y divorcio de la realidad que llevaron a Fidel Castro a ganar la guerra contra todas los pronósticos, terminaron conviertiéndolo en un gobernante que no permitió oposición política ni libertad de expresión, y condujo al país a la ruina económica.

Fidel Castro podrá ser recordado como un talento de la supervivencia política y un caudillo latinoamericano capaz de atrincherarse en el poder a toda costa, incluso a costa de la prosperidad y el desarrollo de su pueblo.

El Comandante invencible murió en el 2006, imposibilitado de retornar a sus andanzas y sus discursos. Ocho años después Fidel Castro sigue vivo y asiste como testigo de primera fila al decursar de su polémico legado.

Pero los resultados de su gestión administrativa lo sitúan en la historia cubana como un mediocre administrador y un pésimo gestor de los derroteros de la nación. La impronta de Fidel Castro en el imaginario de los cubanos es la de un hombre testarudo que condujo al borde de la ruina a un país que posiblemente necesitará muchas décadas para desandar sus torpezas y errores de dirección y liderazgo.

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