De cuando La Habana se convirtió en capital mundial del ajedrez

Fischer frente a Spassky, mientras Tal y Polugaievsky analizan la partida.Por Roberto Madrigal

El ajedrez es el único deporte cuyo desarrollo en Cuba puede considerarse como un triunfo del castrismo.

Me explico brevemente. Cuba siempre produjo peloteros, boxeadores y atletas de campo y pista extraordinarios a nivel mundial. Tras la creación del Instituto Nacional de Deportes y Recreación (INDER) se consiguieron fabricar “equipos” muy exitosos en voleibol y polo acuático, entre otros, pero esos deportes nunca han tenido participación masiva ni arraigo popular, son engendros para perpetuar una imagen.

Se puede hablar de José Raúl Capablanca y de algunos buenos jugadores como Juan Corzo, Francisco Planas, Juan González y el incipiente Eleazar Jiménez. El Club Capablanca era una institución bastante activa, pero fuera de eso y fuera de La Habana el ajedrez era un juego elitario que básicamente no le importaba a casi nadie.

La figura propulsora del movimiento ajedrecístico cubano fue José Luis Barreras. Un ex campeón provincial de Oriente, cuyo pasado antes de 1959 permanece, en el mejor de los casos, nebuloso. Material de leyenda, Barreras se convirtió en el primer comisionado de ajedrez. Supo ganarse el apoyo de dos entusiastas del tablero, el Comandante Alberto Bayo, célebre por haber entrenado en la guerra de guerrillas a los expedicionarios del Granma, y el Che Guevara, a cuyas instancias se comenzaron a organizar los torneos Capablanca In Memoriam, el primero de los cuales tuvo lugar en 1962. Simpático, adulador, camaján y oportunista, Barreras encarnaba la viva estampa del pícaro cubano. Supo moverse habilidosamente entre las esferas de poder sin levantar ronchas y comenzó a escalar con rapidez en la jerarquía deportiva cubana. Hizo del ajedrez su feudo personal y el Che le dio licencia.

Debido al éxito organizativo que consiguió con los torneos Capablanca, logrando que a La Habana acudieran los mejores jugadores del mundo, Barreras se ganó la admiración del checo Jaroslav Sajtar, vicepresidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) y un hombre con grandes ansias de poder, enemigo callado de los soviéticos, a quienes reverenciaba en público, detestaba en privado y de cuyo respaldo se aprovechaba. Barreras logró convencer a Sajtar de que podía organizar un olimpíada de ajedrez en La Habana. Desde 1939, cuando la octava olimpíada tuvo lugar en Buenos Aires, no se había jugado ninguna otra en América Latina.

De cuando La Habana se convirtió en capital mundial del ajedrezEn 1966 el prestigio de Fidel Castro entre la izquierda internacional iba en rápido aumento. En enero había celebrado la Primera Conferencia Tricontinental y creado la OSPAAL, organismo mediante el cual coordinaba su ingerencia en Africa, Asia y América Latina. Contaba con el apoyo incondicional de los intelectuales de izquierda de Latinoamérica y de Europa Occidental y, por supuesto, era una pieza necesaria en el engranaje político del bloque soviético. La idea de organizar una olimpíada de ajedrez le resultó sumamente tentadora para continuar cultivando su imagen mundial.

La FIDE le concedió la sede a La Habana y Barreras se decidió a enfrentar el tremendo desafío de estructuración con todos los recursos a su alcance. Recuerdo las primeras reuniones que tuvieron lugar en la Ciudad Deportiva para elegir y entrenar al equipo técnico local, que iba a componerse de árbitros, fiscales y muralistas. Con sólo 16 años participé en las primeras tres reuniones, pero decidí que iba a tener que trabajar demasiado y que, dada mi familiaridad con los jugadores y los que iban a componer el grupo de apoyo logístico, la iba a pasar mejor apareciéndome de “colado”, ya que nadie iba a saber si yo por fin trabajaba en la olimpíada o no. Y así mismo fue.

El 23 de octubre de 1966 comenzaba finalmente la XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez en La Habana. La ceremonia inaugural consistió en un original espectáculo en la Ciudad Deportiva, un ajedrez viviente, un ballet entre escaques gigantes, que fue realmente impresionante. El comité organizador quedaba oficialmente dirigido por el propio Fidel Castro, el Ajedrecista en Jefe (aunque apenas sabía mover las piezas), Barreras era el director técnico y Sajtar el árbitro principal. Asistieron 52 países, la mayor participación hasta ese momento, y 299 jugadores, incluyendo 38 grandes maestros y 45 maestros internacionales. Los juegos se efectuaron en el Salón de los Embajadores del Hotel Habana Libre (antiguo casino del Havana Hilton), donde se hospedaron los jugadores y enfrente, en el mismo mezzanini, junto al bar Las Cañas, se habilitó el Salón Primavera para que los ajedrecistas analizaran sus partidas o jugaran ajedrez rápido en sus ratos de ocio. Mil personas componían el equipo de fiscales y muralistas, así como el resto del personal de apoyo.

El equipo soviético fue probablemente el mejor equipo que esa federación reunió en todos los tiempos. Lo integraban Tigran Petrosian, entonces campeón mundial, Boris Spassky, Mijail Tal, ex campeón mundial, Leonid Stein, entonces campeón soviético, y los suplentes eran Victor Korchnoi y Lev Polugaievski.

Fischer conversa con Fidel Castro. Al centro, Jose Luis Barreras.Sin embargo, la atracción principal era el equipo de los Estados Unidos, liderado por Bobby Fischer y compuesto por los grandes maestros Robert Byrne, Pal Benko, Larry Evans y Nicholas Rossolimo, y el maestro internacional William Addison.  La participación americana era sorpresiva, dado el bloqueo, y es curioso notar que Alemania Occidental boicoteó la olimpíada y no presentó equipo.

El hotel se convirtió en un hormiguero intransitable. El 4 de junio de ese año se había inaugurado Coppelia, ocupando el lugar del antiguo club Nocturnal, con sus flamantes 26 sabores y sus interminables colas. La “ofensiva revolucionaria” se encontraba a unos 16 meses de distancia. Los fanáticos, irrefrenables, perseguían a sus favoritos por el lobby y fue también la fiesta de graduación de las jineteras, que se apoderaron del lobby, de los elevadores  y del mezzanini y volvían locos a los agentes de la seguridad, todavía fáciles de identificar, diligentes represores pero en esta su primera gran prueba, confundidos. La gente corria a colarse para comer en la cafetería del hotel, habilitada para uso exclusivo de los jugadores. El Turquino y Las Cañas no daban abasto. El trasiego de comida, alcohol y sexo era indetenible. Se extendía a Los Violines, al Karachi, al Escondite de Hernando, al Club 23 y a muchos otros centros nocturnos adonde los jugadores acudían después de las sesiones, siempre bien escoltados.

Una noche, en Los Violines, Mijail Tal sacó a bailar a una mujer cuyo acompañante estaba presente y recibió un botellazo en plena cara. Korchnoi lo acompañó al hospital Calixto García, desde donde solicitaron la ayuda de Barreras. Al dia siguiente Tal se apareció a jugar con un parche en el ojo izquierdo y unas gafas oscuras. Fischer se emborrachaba casi todas las noches en El Escondite de Hernando y regresaba al hotel dando tumbos,  siempre flanqueado a distancia por dos miembros de la Seguridad del Estado.

Mijail Tal, el genio de Riga.Yo me pasaba el dia entre el Salón de los Embajadores y el Salón Primavera, jugando ajedrez rápido con muchos de  los jugadores que descansaban ese día. Tuve la oportunidad de observar, boquiabierto,  un match de ajedrez rápido entre Fischer y Tal, de ver a Fischer analizando partidas con el argentino Oscar Panno bajo la mirada de Miguel Najdorf. En un dia de descanso se apareció el Ajedrecista en Jefe y se puso a jugar, asistido por Petrosian, una partida con el mejicano Filiberto Terrazas, a quien a mitad de partida empezó a asesorar Fischer, pero que por supuesto, dejaron ganar a Castro. Jugaron en total tres partidas. A todas estas actividades se le cerraba el acceso al público y a los otros jugadores. Sólo quienes ya se encontraban en el salón Primavera podían quedarse (no se nos permitia salir).

Fischer era adventista del séptimo dia y no podía jugar entre las seis de la tarde del viernes y las seis de la tarde del sábado. Esas fechas coincidieron con los matches contra Dinamarca y Unión Soviética. Los americanos pidieron una excepción para jugar mas tarde y poder poner a Fischer. Los daneses se negaron, pero de todos modos perdieron 3.5-0.5. Los soviéticos también se negaron, pero ahí si se formó una debacle. Los americanos se retiraron en protesta y se le concedió la victoria por forfeit a la URSS 4-0.

Inesperadamente, la fanaticada cubana empezó a protestar la decisión airadamente. Barreras, politiquero sagaz, se dió cuenta de la explosiva situación a la que se enfrentaba y se comunicó con Folke Rogard, el presidente de la FIDE, que no había asistido a La Habana. Junto con el aterrorizado Sajtar, lo convencieron de que forzara a los soviéticos a repetir el match en el próximo dia libre. Los soviéticos accedieron a regañadientes pero el esperado encuentro entre Fischer y Petrosian no se dio. El campeón mundial no jugó y Fischer hizo tablas con Spassky, a quien destronaría seis años mas tarde. Los americanos perdieron 2.5-1.5.

De cuando La Habana se convirtió en capital mundial del ajedrezEl equipo soviético ganó la competencia por octava vez consecutiva. Los americanos quedaron en segundo lugar, su mejor actuación desde 1960. Los húngaros quedaron en tercer lugar, luego que Sajtar aplicara un caprichoso sistema de desempate para perjudicar a Yugoslavia.

El equipo cubano consiguió clasificar para el grupo A y terminó en el puesto 14, el más alto alcanzado hasta el momento. Estaba compuesto por el maestro internacional Eleazar Jiménez y los maestros nacionales Eldis Cobo, Jesús Rodríguez, Rogelio Ortega, Hugo Santacruz y Silvino García. Este último, el único que queda vivo, se convertiría, nueve años mas tarde, en el primer cubano en obtener el título de Gran Maestro de la FIDE (este organismo comenzó a dar títulos en 1950 y no concedió ninguno póstumo, Capablanca ostentaba un título de gran maestro que le había concedido el Zar Nicolás II por su participación en el torneo de San Petesburgo de 1914). El último lugar lo acaparó el equipo de Hong Kong. El evento finalizó el 20 de noviembre.

Se dice que esta fue la olimpiada mejor organizada de la historia. No lo dudo, Fischer nunca se quejó de nada. En realidad fue un evento disfrutable. Todo un triunfo del ajedrez cubano, todavía en pañales y muy lejos de producir la interminable plantilla de grandes maestros que van desde Silvino, pasando por Guillermo Garcia, Román Hernández y Amador Rodríguez, hasta Walter Arencibia, Leinier Domínguez y Lázaro Bruzón, quienes hoy en dia se encuentran entre los mejores jugadores del mundo.

En el aspecto trágico, fue también un éxito propagandístico del gobierno que presentó el evento como una vitrina de sus logros y de su superioridad ideológica. Justicia poética: con los años, el ajedrez ha quedado mientras que la ideología se ha desintegrado.

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