Eduardo Alonso: La accidentada ruta del rey del ciclismo cubano

Eduardo Alonso, la gran figura del ciclismo cubano.

Eduardo Alonso, la gran figura del ciclismo cubano.

Por Uberto Mario

Cuando el ruso Fiodor Tarakanov llegó a Cuba en septiembre de 1979 para trabajar con la selección nacional de ciclismo varonil de ruta y preparar a los mejores exponentes de ese deporte en la isla, lo hizo sin imaginar que en esa escudería figuraba un pedalista excepcional. Como se dice en el mundo deportivo, “fuera de liga”.

Fue una mañana lluviosa cuando Tarakanov se paró por primera vez frente a sus alumnos, y la lista era de privilegio. Carlos Cardet, Aldo “El Búfalo” Arencibia, Roberto Menéndez, Jorge Antonio Pérez, Antonio “El Chanty” Hernández y muchos más que, durante casi tres lustros, llenaron de gloria las carreteras y montañas de Cuba y el extranjero. Pero -y escribo pero- cuando leyó el nombre de Eduardo Alonso y lo vio dar sus primeras vueltas al óvalo del anticuado circuito de Playa, en La Habana, no pudo evitar una reacción pública: “Tremendo ciclista este muchacho”.

El ruso, galardonado en 1972 como mejor entrenador de ciclismo del mundo, llegó a comparar a Eddy Alonso con titanes soviéticos como Víctor Klimov, Asiat Saitov, Dimitri Konichev y Dzhamolidin Abduschaparov. Estos, por cierto, se vieron las caras con el ídolo de Bahía Honda en Pinar del Río, en varias vueltas a Cuba y en giros europeos y latinoamericanos de la década de los 80.
    
Eduardo Alonso se convirtió en un ciclista de etiqueta mundial. Sus  pergaminos más importantes y consecutivos le hicieron ganarse un espacio cualitativo entre rusos, alemanes, polacos, rumanos, italianos, franceses, colombianos, venezolanos, canadienses y muchos otros que en esa época escalaban, corrían y rodaban en los mejores circuitos convocados por la UCI (Unión Internacional de Ciclismo). Los aficionados al mundo del pedal saben bien que, mientras existió el campo comunista europeo, los pedalistas de esos países, fueron los mejores y más consistentes exponentes de este deporte a nivel universal.

Una proeza inigualable
    
“Julia, Julia, pon la radio, pon Rebelde, están hablando de Eduardito, de que ganó en Venezuela la Vuelta al Táchira, le están haciendo una entrevista…”, avisó una vecina en Bahía Honda. Toda la familia se acomodó alrededor del aparato en la sala y escucharon sus palabras. “Dedico esta victoria a mi pueblo, en nombre de todo el equipo… es lo más grande que me ha pasado en el ciclismo hasta ahora, pues jamás un cubano había ganado este giro, uno de las más importantes de América”.
    
Enero de 1986 terminó con este notición para Julia Ester (mi hermana mayor) y para todos los amantes del pedal en la isla. Eduardo Alonso se había convertido en el segundo ciclista -el soviético Ramazan Galialedinov lo hizo en 1983- que vulneraba el dominio colombiano y venezolano en la Vuelta al Táchira, en tanto Cuba mandaba allí como equipo, por vez primera, en la historia del evento. El más grande triunfo del ciclismo de ruta cubano en cualquier tiempo.
    
Eduardo ganó seis vueltas a Cuba (el único ciclista que lo ha hecho), se impuso en varios clásicos en islas del Caribe y Centroamérica, fue a Europa y se tuteó con los grandes en giros de Italia, Moscú, España y en cuanta convocatoria corrió en el viejo continente.

La Vuelta a Cuba, que llegó a ubicarse entre las seis más importantes del mundo en la categoría de aficionados, fue suspendida en 1990. El régimen de la Habana decidió acabar con los sueños de los mejores ciclistas cubanos, echándole una vez más las culpas al “bloqueo” imperialista. Entonces Alonso perdió la oportunidad de imponerse por séptima vez más en este tipo de competición. Se reanudaron en el 2000 para volverse a interrumpir en el 2010, alegándose motivos económicos.

Política de atrocidades
    
Pero mi amigo Eddy también fue victima de otras atrocidades gubernamentales. En 1987 recibió invitaciones de Europa y Latinoamérica para correr en clubes profesionales y el Comandante se lo prohibió, argumentando que los deportistas socialistas no podían cambiar sus ideas por dólares. Fue  entonces cuando algunos ciclistas extranjeros importantes se negaron a participar en los giros cubanos. Claro, lo hicieron en silencio y en solidaridad con el mejor corredor cubano de todos los tiempos.
    
En 1998 tuve la suerte de encontrarme en Roma con el ex pedalista soviético Dzhamolidin Abduschaparov, fuerte rival de Alonso en las Vueltas a Cuba. El  ruso, que desde que cayó el Muro de Berlín tiene una academia de ciclismo en la capital italiana, me confesó: “Mientras los dirigentes comunistas cubanos no permitan que los deportistas de la isla se enrolen en competencias profesionales, no serán verdaderamente libres. Mi amigo Eduardo Alonso no fue más grande por eso, por no tener libertad para competir donde quiso y donde era un verdadero favorito”.
    
Durante la Vuelta al Táchira del 2001, cuando cubría una de sus etapas, pude conversar con el colombiano Lucho Herrera, amigo de Alonso, quien me llegó a decir en esa oportunidad: “Qué lastima que Fidel Castro no dejó a Alonso correr en competencias profesionales, el movimiento deportivo cubano se hubiera favorecido económicamente, y la afición al ciclismo de la isla hoy hablaría más de la calidad de su mejor exponente”.

Cuba tiene buenos deportistas. En todos los escenarios y contra los mejores competidores lo ha demostrado. Pero no hay dudas -y coincido con Abduschaparov y con otros que he coincididido fuera de Cuba en los últimos años- de que mientras el régimen cubano vincule su desastrosa política con el deporte, los nuestros seguirán siendo bien infelices.
    
Por el momento, me queda recordar Bahía Honda, el pueblito que vio nacer al mejor ciclista cubano de todos los tiempos, su bicicleta y Eduardo Alonso González.

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