50 Serie Nacional de Béisbol: dos miradas sobre un campeón imprevisto

50 Serie Nacional de Béisbol: dos miradas sobre un campeón imprevisto La 50 Serie Nacional de Béisbol cerró sus puertas con la coronación de Pinar del Río como nuevo campeón de la pelota cubana, tras derrotar  6×1 al  conjunto de Ciego de Avila el lunes en el estadio “José Ramón Cepero”. CaféFuerte les ofrece aquí dos miradas de nuestros cronistas, José Antonio Michelena desde La Habana y Raúl Arce en Miami, sobre el sorprendente Pinar del Río y el campeonato que acaba de finalizar.

PINAR DEL RIO, MERECIDO CAMPEON

Por Raúl Arce

Burlando los pronósticos de la prensa cubana, Vegueros de Pinar del Río derrotó a Tigres de Ciego de Ávila, seis carreras por una, y se ciñó otra vez la corona de campeón de Cuba, cuatro triunfos por dos en la Serie Nacional de Béisbol número 50.

Fue en el estadio avileño “José Ramón Cepero” donde el elenco de la provincia más occidental hizo innecesario el séptimo partido del play off.  Allí Yosvany Torres, un joven lanzador derecho, mostró un excelente control de la zona de strikes y con la slider tirada a tres cuartos como su arma principal tuvo solo un mal momento. Le pegaron cuatro hits en el segundo inning, pero un roletazo de doble play dejó a los Tigres en una rayita.

Miles de avileños enmudecieron en el graderío y aquellos acostumbrados a ver béisbol durante toda su vida sospecharon que la suerte estaba echada para una escuadra que accedió por primera vez a una final en la Isla.

Después el cansancio le pasó la cuenta a Vladimir García, un tirador derecho de mucha velocidad, pero empleado sin reparo como abridor y relevista en las tres fases del play off. Perdió el control a ratos, y fue bateado con alguna soltura cuando buscaba la zona de strikes.

Una base por bolas al noveno en la tanda de los pinareños y un cuadrangular de David Castillo, jugador de segunda base, fueron la puntilla para Vladimir,  dos carreras que decretaron su salida en el octavo capítulo.

La lomita del estadio avileño dictó finalmente justicia a favor de Pinar del Río en el empleo de los tiradores. Yosvany Torres fue siempre abridor, bien empleado por el manager Alfonso Urquiola y ponchó a ocho rivales en la cálida noche del mes de mayo.

Según los estadísticos cubanos, Pinar del Río ascendió al trono después de 13 años sin ganar un play off de la Serie Nacional. Sin embargo, ellos ganaron varias Series Selectivas –un torneo más reducido, con seis u ocho equipos, en vez de los 16 actuales– arropados bajo el nombre de la provincia, y habían sido campeones nacionales con el nombre de Vegueros, cuando competían además con la escuadra denominada Forestales.

El próximo paso del béisbol cubano será la integración de la selección nacional para los torneos internacionales de 2011, y el triunfo del manager pinareño Alfonso Urquiola refuerza el pronóstico de Cafefuerte.com, él debe ser el director del equipo tricolor.

LA SERIE DE LAS SORPRESAS

Por José Antonio Michelena

50 Serie Nacional de Béisbol: dos miradas sobre un campeón imprevisto La serie de oro de la pelota cubana ya tiene un campeón, Pinar del Río lo es merecidamente; pero, ¿quién duda que fue extraña esta temporada? Alejada de los pronósticos, la recién finalizada serie nacional no constituyó el adecuado balance de medio siglo, ni tampoco un acertado reflejo de la calidad del béisbol de la Isla.

Cuando se corrieron las cortinas de la serie 50, aún seguía latente, palpitando, la electrizante final entre Industriales y Villaclara de la campaña anterior, la más emotiva y espectacular de todas las celebradas.

En realidad, la serie 49 fue el verdadero “broche de oro” de la última etapa en un largo relato comenzado en 1961 con cuatro equipos, cuando el archipiélago estaba dividido en seis provincias y apenas dos años antes los Cubans Sugar Kings habían ganado la Pequeña Serie Mundial en un abarrotado Gran Estadio del Cerro.

La I Serie Nacional mostró por primera vez, para todo el país, que en cualquier rincón de la Isla había peloteros de calidad. La selección de Occidentales fue el primer campeón: en 27 desafíos, le sacó ventaja de 5 juegos a los combinados de Azucareros y Orientales y 8 al Habana.

En la temporada siguiente, el Habana fue sustituido por Industriales para dejar casi estructurado el grupo de los grandes, junto a Azucareros y Orientales, que mucho después dieron lugar a Santiago y Villa Clara. El cuarto miembro eminente del reino, Pinar del Río, llegó en 1967 y ocupó el último lugar. Demoraría diez años en ascender a la cima con el nombre de Vegueros.

En muy pocas ocasiones algún otro seleccionado ha podido ganar un campeonato si no es miembro del selecto club, en el cual estuvieron los combinados matanceros hasta su declinar luego de dos coronas sucesivas y un segundo lugar como Henequeneros en 1992, última temporada con 18 conjuntos.

Solo en dos ocasiones –en las 19 temporadas con 16 novenas– los cuatro grandes han cedido la cima: a Holguín, en 2002 y al Habana, en 2009. Al parecer Holguín demorará mucho tiempo en ascender de nuevo y el Habana ya jugó su última campaña.

Volviendo a la serie 50: luego de los play off del 2010 y con un equipo reforzado, los Industriales salieron con un marcado favoritismo para retener el título. Sus parciales, con justificada euforia, pensaban que los capitalinos no ganarían menos de 60 juegos en el torneo. Pero no fue así. Las sorpresas fueron muchas, no solo por la debacle del trabuco azul.

50 Serie Nacional de Béisbol: dos miradas sobre un campeón imprevisto El protagonista de la serie de oro fue el batazo de cuatro esquinas. Las estadísticas de la campaña están repletas de jonrones. La Mizuno 150, una bola extremadamente viva, fue la pesadilla de los lanzadores. Por esta causa se implantaron récords de cuadrangulares que hicieron palidecer la época del bate de aluminio.

Pero no solo hubo jonrones en exceso, la pelota japonesa también tuvo que ver con la gran cantidad de errores cometidos por los jugadores a la defensa. Los “balazos” salidos de los bates viajaban a velocidades endemoniadas y, en muchas ocasiones, la bola saltaba abruptamente, burlando al fildeador.

Sin embargo, las grandes víctimas de la Mizuno 150 fueron los lanzadores. La bola asesina convirtió en slugger a todo el mundo. Cualquier envío bateable podía ser castigado con alevosía y no pocos partidos fueron decididos por bateadores mediocres.

La sobreabundancia ofensiva ha creado espejismos, porque ni son los pitchers cubanos tan erráticos, desconcentrados y faltos de ideas como tanto se ha repetido, ni  son tan poderosos los bateadores de la Isla. Son reflejos falsos, como los números de las series donde se bateó con aluminio.

Más desconcertante resultó la torpeza en las estrategias de dirección, presentes en la mayoría de los conjuntos. Cómo conciliar, por ejemplo, el abuso del toque de bola en una campaña donde predominó –y determinó– la fuerza. La insistencia –fallida– en esa jugada registró otra estadística desafortunada: nunca se vio tantos toques que terminaran en doble play.

Acciones increíbles –como el squeeze play con bases llenas– también estuvieron a la orden del día. Lamentablemente, cuando salieron bien, recibieron elogios por “audaces”, y “atrevidas”.

Pero es en el manejo de los lanzadores donde se observan las mayores dificultades. En teoría, los equipos tienen diseñada una estructura de abridores y relevistas, incluyendo cerradores, mas, en la práctica, sucede otra cosa.

Descontando que unas veces los directores extraen muy temprano a los pitchers y otras los demoran en exceso, solo el Habana ha desarrollado una estrategia inteligente en esta área esencial del juego.

Contra todo pronóstico

Si bien la mayoría de los desafíos resultaron reñidos, hubo partidos de la post temporada que fueron “de manigua” y no solo por los abultados marcadores, sino por horrores –más que errores– en la mecánica de juego. Eso frenó el avance hacia la cima de escuadras poderosas en el ataque, pero con deficiencias que no corresponden a este nivel.

Como no es bueno que jugando mal se alcance la victoria, resultó justo que los dos conjuntos enfrentados en el play off final fueron los que mejor jugaron, los que mayores méritos hicieron.

Ciego de Ávila llegó hasta la final por primera vez, pero los pinareños los superaron en las tres líneas de juego. Contra todo pronóstico, con un equipo que parecía el más discreto de los ocho que avanzaron a los play off, Pinar del Río se convirtió en gigante. Su magia fue jugar bien, mejor que los demás.

Desde 1998, un conjunto de la provincia más occidental de la Isla no ganaba una serie nacional. Es la novena ocasión que alcanzan la corona, ahora sin los grandes nombres de otros momentos. Una victoria muy merecida. ¡Felicidades Pinar!

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