Aquel Víctor Mesa que ya no existe

Víctor Mesa, manager del equipo de Matanzas

Víctor Mesa, manager del equipo de Matanzas

Por Ibrahín Sánchez Carrillo*

Después de la noche del pasado miércoles jamás tendré una palabra de elogio para Víctor Mesa Martínez. Ya lo engaveté en el pasado como al excepcional pelotero que un día me hizo dislocar un tobillo queriendo imitarlo. No merece otra cosa que vivir en el recuerdo; porque aquel Víctor Mesa ya no existe.

Hace mucho tiempo que dejó de ser el divertido y sensacional jugador de pelota que mitificó el número 32 con pasmosos fildeos y temerarios robos de bases, incluido el home.

Hoy Víctor Mesa Martínez es un dibujo blanco o negro, sin matices y casi siempre con los peores trazos. No se divierte ni es extraordinario, al contario, disimula su agonía con una sonrisa importada.  Nadie sueña con seguir sus pasos (los de ahora) y lo acechan voces desde muchísimas partes que fustigan con severidad y acierto cada uno de sus desatinos.

Víctor se mofa de los árbitros, se muestra públicamente antipedagógico con sus atletas, viola reglamentos, se atribuye un protagonismo inmodesto (El show soy yo), y un largo etcétera que poco vale la pena enumerar porque todos lo conocen. Ahora, para colmo, arremete contra la prensa.

En la conferencia post partido, el pasado miércoles, Oscar Castañeda, comentarista deportivo de Radio Sancti Spíritus, le preguntó: ¿No crees que fue muy pronto extraer del box a tu cerrador estrella Félix Fuentes y traer a Ciro Silvino, un refuerzo que en la historia de los play offs tiene con Granma sólo 3 triunfos y 17 derrotas? y recibió una respuesta vulgar por parte del técnico.

“Haz una pregunta que sirva, haz preguntas que valgan la pena, déjate de esas preguntas falsas”, dijo como el Dios omnipresente que todo lo condena a su antojo.

Para ser justos ya él había dado pistas sobre esta actitud en una entrevista en la que se ufanó de saber hacer periodismo (“Yo sí sé, cómo no voy a saber, si el primo mío era Ramón Gainza, periodista de Juventud Rebelde”). En esa oportunidad también juzgaba sin argumentos (“Todos son buenos, lo que a veces no saben lo que hablan”), menospreciaba el papel de la prensa (“No, a mí me puedes enjuiciar, qué me importa que me enjuicien”) y sugería cómo ser un buen periodista (“Acuérdate, para que aprendas, que como periodista tienes que meter un palo”).

¿Entonces, por qué tenemos que aceptarlo al amparo de tiempo pretérito y como lo que no es?  Que nadie diga que es “tremendo técnico porque sacó a Matanzas del infierno” o que “ese es su carácter” o que es el único que “le dice la verdad en la cara a cualquiera”,  porque cada uno de estos argumentos tiene un costo altísimo para el béisbol cubano.

Se puede ser soberbio y no perder el control, arrogante y no herir, inmodesto y pasar inadvertido, pero para eso se necesita una dosis de mesura que solo las personas sensatas logran acumular.

*Periodista deportivo residente en Bayamo. Post tomado de su blog Zona de Strike.

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