Después de Gaddafi, ¿Cuba ahora?

Después de Gaddafi, ¿Cuba ahora?Por DAVID ROBERTS*

A medida que el régimen de Gaddafi parece desmoronarse en Libia, tal vez sea ahora un buen momento para reflexionar sobre la última dictadura del resto de América Latina: Cuba.

Hay más que unas pocas similitudes entre los dos regímenes. Ambos son dirigidos -algunos pueden decir engañados -por  personalidades altamente carismáticas como Muammar el Gaddafi en Libia y, en el caso de Cuba, Fidel Castro, que ha dado paso en su vejez a su más joven y mucho más aburrido hermano Raúl. Ambos sistemas de gobierno se autoproclaman socialistas, de una forma u otra, y ambos han durado décadas, en buena parte gracias a un aparato de seguridad brutal.  Ambos también han molestado y enfrentado durante décadas al Occidente liberal, democrático y capitalista y, sobre todo, a Washington, en el caso de Libia mediante el uso de tácticas terroristas.

Además -y pruebas de ello se han visto en el conflicto de Libia en los últimos meses- ambos tienen claramente un importante grado de apoyo entre sus respectivos pueblos, aunque si alguna vez fue mayoritario es otra cosa. Por supuesto, hay buenas razones por las que ambos regímenes han gozado de ese grado de apoyo. En los últimos años Gaddafi ha usado la riqueza petrolera de Libia para hacer del país uno de los más desarrollados de la región, y también contó con el respaldo de su propia tribu, mientras que la revolución dirigida por Castro derrocó a un dictador despreciado y pronorteamericano, ganando el admiración de los ideólogos de izquierda de todo el mundo con la implantación de un régimen que puede exhibir, a pesar de sus defectos, considerables progresos en áreas como la salud y la educación.

¿Por qué ha sido uno puesto de rodillas, mientras que el otro parece estar firme? Ha habido, por supuesto, mucha especulación -a menudo desorientada e infundada, disfrazada de análisis- en cuanto a las verdaderas causas de las revueltas árabes, entre ellos la pobreza, la corrupción, el amiguismo, los gobiernos que simplemente no se preocupan por su gente y por -al menos el mundo occidental gustaría creerlo- un deseo genuino de la democracia, todo ayudado por el uso de los medios de comunicación social.  Pero una cosa está clara y es que nadie previó lo que iba a venir, y para los gobiernos que han sido derribados o han estado cerca de ser derrocados, desde Túnez a Bahrein, todos parecían bastante seguros hace menos de un año. Al igual que Cuba en estos momentos.

Entonces, ¿podría suceder lo mismo en Cuba? Sí, por supuesto que podría. Muchos se preguntan por qué el pueblo cubano no se levanta contra el tirano y exige sus derechos? ¿O cómo puede la gente ser tan pasiva frente a la tiranía? Sin embargo, lo mismo podría haberse dicho en todo el norte de África y gran parte del Medio Oriente hace unos meses atrás.

Estas cosas no pueden ser predecibles, incluso para el más astuto de los llamados expertos y analistas, pero lo importante -si estamos hablando de Libia hoy o de Cuba mañana-  es estar lo mejor preparados posible para un cambio, tanto la oposición interna y la comunidad internacional, como para ayudar a asegurar que los errores del pasado no se repitan y que lo que sustituye al régimen actual sea una gran mejoría del viejo orden, preferentemente  algo parecido a la democracia.

En el caso de Libia presupone no destruir la infraestructura desarrollada por el régimen de Gaddafi o “castigar” a las personas por haber trabajado para el gobierno -y evitar la caída del país en el caos, como sucedió en Irak. Y en el caso de Cuba significaría no revertir los avances logrados en salud y educación, entre otras cosas.

*Columnista de Business News Americas.

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