El regreso de Yoani Sánchez a Cuba: llevar la delantera

Yoani Sánchez retornará a La Habana en pocos días. ¿Qué cabe esperar?

Yoani Sánchez retornará a La Habana en pocos días. ¿Qué cabe esperar?

Por Rafael Pinto*

Un ex alumno, mexicano, me ha compartido una anécdota muy significativa. Pudo enrolarse sin mayor dificultad entre los integrantes del Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba reunidos a la entrada del hotel Presidente Intercontinental, de Puebla, el pasado 10 de marzo.

Allí fue brevemente instruido con algunas consignas y arengas que no entendía bien, como aquella de “Pin pon fuera, abajo la gusanera”. Contó a unas 30 personas que debían repudiar la presencia de Yoani Sanchez, en la Reunión de Medio Año de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). En algún momento de aquel mitin entabló diálogo con otro joven convocado que, como él, levantaba una pancarta en la que se leía “Cuba sí, Yoani no”, y le preguntó si conocía a Generación Y. La respuesta fue encantadora: “Creo que esos hacen rock alternativo y a mí no me gusta mucho eso”.

Despliegues furiosos versus parsimonia

Escenas de ese tipo, como se sabe, fueron suscitándose en cada presentación anunciada de la bloguera. Todo un despliegue de furiosos contra la mujer, enardecidos contra algo que ni siquiera conocían. Y también fue repetida y casi idéntica su reacción: La parsimonia. Ya sabía que parte del show consistía esperar que terminaran los exabruptos y acusaciones, los intentos por reventar sus intervenciones, para luego poder razonar sobre los temas de su agenda. Los grupos de choque del régimen en el exterior tenían la misión de mostrar un “rechazo internacional” a la cubana pero, en el apuro y el atropello, no tuvieron tiempo de ilustrarlos o capacitarlos contra eso que debían fastidiar.

Lo cierto es que, a fin de cuentas, el resultado fue contraproducente. Esas babosadas que hizo la inteligencia cubana a través de sus embajadas y simpatizantes en cada país por el que Yoani Sánchez pasó, aumentó un poco más el interés de otros sectores que, si no fuera por la algarabía, jamás se hubieran enterado de su existencia. Consecuencia: Le agrandaron el auditorio.

Ante el fracaso rotundo con el uso de las hordas en el exterior, el régimen rediseñó la arremetida apelando a su más socorrida y repulsiva argucia, esa que hoy se conoce como “asesinar la reputación”. O intentarlo, al menos.

En esa otra línea o táctica estaban apareciendo los respingos del régimen. Hay varios en diversas publicaciones, todos aparentemente compitiendo por el premio a lo más banal. Creí que de ahí no pasaría. Pero cuando ya no había marea con Yoani, cuando la cosa parecía calmada y camino al sosiego, me apareció otro ex (ahora ex profesor), con uno de los artículos más enternecedoramente fallidos que le podía imaginar: “Yoani Sánchez: la última esperanza“, del Domingo Amuchástegui Alvarez.

Predicción profesoral

Según el profesor, sería un gran error sugerir siquiera que al regreso de Yoani a Cuba sería brutalmente reprimida. Eso me tranquiliza. Pero lo que realmente le agradezco es el fundamento. Resulta que no será así ya que “las reglas del juego político están cambiando y continuarán cambiando”. Con esto implícitamente está reconociendo que así ha sido siempre el trato a los disidentes: “arrestados o reprimidos brutalmente”.

Me encantaría que ésta no fuera una prospección equívoca del profesor, pero, desafortunadamente, las palizas continúan a lo largo del país contra todo el que levanta la voz. Cuánto me gustaría que me desmintiera prodigando evidencias. Pero en este caso específico, lo que mejor pertrecha a Yoani ahora son esos reflectores, cámaras y micrófonos, que el propio régimen ayudó a engrosar con sus apurados insultos. Será por eso que con ella, parece, se esmerarán en la nueva estrategia, apostarán por el vituperio y la deshonra. Y para lanzar los primeros ataques de la nueva etapa, se ha dispuesto el profesor. Su tarea no es relatar los golpes que no se dan en Cuba, sino atentar contra la imagen de Yoani en el exilio. A eso se aboca.

La grotesca manipulación sobre los decires de Yoani acerca del embargo y los cinco espías, no es nueva, ya había aparecido profusamente en las páginas del oficialismo cubano en internet. Me queda muy clara su intención y comprendo el desespero de los cancerberos por confundir.

Hay otras linduras en el artículo que merecen más atención.

El autor se regodea con la “debilidad” de la disidencia cubana por ser financiada, o asesorada por organismos internacionales, embajadas extranjeras o la propia Oficina de Intereses de Estados Unidos en Cuba. ¿Vería el profesor también como “debilidad” que los “movimientos de liberación” en África y América Latina, recibieron en su momento todo tipo de ayuda, incluida la armada, del gobierno cubano? ¿No conocerá él a testigos excepcionales de ello?

Lucha legítima

En mi opinión, cualquier solidaridad con la lucha no violenta frente a una dictadura, es legítima. No así la que supone el uso de las armas o el terror, como la que alentó sin mucho disimulo durante años el castrismo.

Entre sus tribulaciones, el analista reconoce la honestidad de Yoani al aceptar que son pocos los que se atreven a criticar al gobierno. Pero, llegado a ese punto, hace unos malabares con inferencias y sofismas tan pueriles que decepcionan a cualquiera que lo hubiera leído o escuchado con respeto hace 30 años.

Veamos una: Como son tan pocos los que critican en los blogs, y en los grupos disidentes, también tendrán que ser pocos los que piensan parecido a ellos entre la población cubana, por lo que se debe concluir que no tendrían “apoyo de masas”.

En este sentido me gustaría proponerle al profesor que él mismo condujera una gran consulta nacional, en la que se le encueste libremente y con garantías de no represalias a la población, sobre los temas acuciantes del país hoy por hoy. Si después de un ejercicio así, resultara que sigue el “significativo grado de aislamiento” de la disidencia, no me quedaría más remedio que otorgarle crédito. Si no, le sentaría bien retractarse. Si además de encuestador, aceptara ser moderador de un debate abierto por los medios de difusión en cadena nacional, entre la misma Yoani que él ningunea, y el más experto propagandista del gobierno, y luego pudiera medir la reacción popular a eso. ¿Está seguro que podrá sostener su afirmación de falta de apoyo de masas? No creo.

Nótese que el genial argumento del que dispone el profesor, es que personalmente ha caminado un par de veces junto a las Damas de Blanco, y que no son muchos los que se detienen para saludarlas. Como si la inteligencia del cubano promedio no fuera suficiente para saber cuánto de “pueblo cubano real” vive sobre la 5ta Avenida o suele deambular por ahí cada domingo. Además, tampoco ellas han hecho llamado alguno a marchas o manifestaciones populares, (lo cual no sería mala idea, pero no en Miramar).

Gritos contra el miedo

El profesor cita a Yoani, que explica que es comprensible el miedo de la población a gritar sus penas. Entonces, apelando a un chovinismo innecesario dice “Que los cubanos tengan miedo y carezcan de coraje, es algo realmente difícil de encontrar en la historia de Cuba”. Como si el miedo tuviera nacionalidad, o genética. Como si sentir miedo no fuera una posibilidad en cualquier ser humano. O como si el Coronel Pedro Tortoló no fuera cubano. Claro que hay miedo en Cuba. Miedo a las golpizas, a las cárceles, a perder el trabajo, a ser expulsados de escuelas y universidades. Por supuesto que hay miedo. Negar eso no es señal de honestidad en el análisis.

Tampoco es muy lúcido comparar el contexto histórico, cultural, geográfico y político de la Polonia de 1988 con la Cuba de hoy, gobernada in extenso por militares en los últimos años. Insinuar el peligro de soviéticos en la frontera polaca de entonces, sin mencionar que la URSS de Gorbachov vivia en plena perestroika y ante una autocrítica demoledora a su política exterior, es escatimar perversamente la verdad histórica.
Llega al paroxismo intelectual el profesor cuando de momento descubre que Yoani es “la última esperanza” para “las viejas generaciones del exilio”, ya que se identifica con su “discurso convencional”. Pero resulta que en el mismo acto, en el abrazo con el lobby cubano, deja de ser, repentinamente, esa “última esperanza”.

Muy a lo Shakespeare, el dilema de Yoani, según Amuchástegui, es ser o no ser “la última esperanza”. La verdad yo nunca la he leído o escuchado reclamar para sí semejante rol, más bien la he visto desmarcándose de los arcaísmos políticos del exilio cubano.

Tampoco es que necesitemos esperanzas a estas alturas. Ni creo que esta mujer tenga esa virtud teologal. No se trata de esperar nada, sino de hacer posible lo deseado. Y para eso sí hay un modo de luchar, sin aspavientos, desde la no violencia. En eso, Yoani nos lleva la delantera.

*Ex profesor de Historia de la Filosofía en el Insitituto Superior de Arte (ISA) de La Habana y en el Instituto Tecnológico de Monterrey. Es fundador de un colegio en Veracruz, donde reside.

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