Los juegos Santos: la Cumbre bien valía una tarde en La Habana

Raul Castro, Santos y Chavez, la cumbre de La Habana.

Raul Castro, Santos y Chavez, la cumbre de La Habana.

Por Sergio Valdivieso

El presidente colombiano Juan Manuel Santos, un viejo zorro político, se fue a Cuba para cumplir una tarea impostergable: asegurar el desenvolvimiento de la Cumbre de las Américas que la ciudad de Cartagena de Indias acogerá los días 14 y 15 de abril.

No había más tiempo que perder, porque la Cumbre está a la vuelta de la esquina y Santos escogió el momento preciso para fraguar una solución salomónica y apuntarse una estocada magistral para la diplomacia colombiana -que lo es también para su gestión como mandatario. Si había que ir a La Habana para apaciguar los ánimos y conseguir acallar las voces discordantes en la región, la jugada era ahora, cuando casi todos los vientos (valga decir que también los de Cuaresma) soplan a su favor.
 
Y la oportunidad no podía ser mejor, porque en La Habana estaba su “nuevo mejor amigo” Hugo Chávez, convaleciente de una tercera operación de cáncer y con la cabeza puesta en el polvorín electoral que tiene en Venezuela. Matar dos pájaros de un viaje.

Despejando los nubarrones
 
La visita a Raúl Castro era una alternativa única para disipar los nubarrones que cubrían la Cumbre en medio del el atrincheramiento tradicional de Washington y la renuencia de los países de la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) a aceptar la exclusión de Cuba.
 
Que Santos haya tomado un avión para aparecerse en Cuba fue el primer indicio de que la salida a la crisis no comprendía la asistencia de Raúl Castro a Cartagena. El presidente colombiano se anticipaba, en gesto de legítima deferencia, para dialogar sobre el embrollo. La propuesta colombiana tiene mucho de “Ayúdame que yo te ayudaré”, y Colombia pudiera ser una pieza clave para las negociaciones y posicionamientos futuros de Cuba en el mapa regional.
 
Para Cuba, el asunto no era de vida o muerte. A estas alturas hay otras preocupaciones mucho más fundamentales en vísperas de la Cumbre y después de la Cumbre. Una fuente diplomática lo definió con total certeza: “Para el gobierno cubano, asistir a la Cumbre no es un asunto de honor”.

Tal vez si Fidel Castro no estuviera tan atolondrado lanzando sus memorias y matando el tiempo con largas peroratas sobre la tabla de Mendeleiev, la perreta hubiera subido de decibeles. Pero ya Fidel Castro está en otro mundo, aunque se esfuerce en sus apariciones para demostrarnos lo contrario, y  Raúl Castro es mucho más negociador y pragmático que lo que su porte militar insinúa. Ya la posición cubana sobre la OEA y el agradecimiento a sus defensores en el ALBA estaba fijada. Y no hacía falta más, porque realmente la Cumbre no le reportaría nada sustancial que no fuera propaganda y exhibición a la delegación cubana.

Muchas arrugas, pocas luces
 
En camino de los 81 años, Raúl Castro tiene por delante la visita del Papa Benedicto XVI, con lo que su régimen pretende pavimentar las relaciones con la Iglesia Católica. Encara asimismo dificultades propias de lidiar con una élite con muchas arrugas y pocas luces, los serios retos del abastecimiento alimentario del país y un flagelo que no ha podido barrer a pesar del combate declarado desde que asumió oficialmente el poder en el 2008: la corrupción a gran escala y a todos los niveles del entramado económico estatal.
 
Pero enfrenta sobre todo una preocupación que crece con los días y las pruebas  de los laboratorios: el cáncer de Chávez. Y no sería nada extraño que su gabinete comience a preparar planes de contingencia ante la incertidumbre de un futuro sin Chávez, aún en caso de que el chavismo sobreviva a la desaparición o el retraimiento forzoso de su líder enfermo.
 
De manera que Santos charló por cuatro horas con Castro, ya con una decisión hecha “por  falta de consenso” y se marchó con una palmada de victoria negociada.
 
Fue la primera visita de un presidente colombiano a Cuba desde 1999, cuando Andrés Pastrana fue a pedirle colaboración a Fidel Castro para ique intercediera en las negociaciones con los guerrilleros de las FARC. Venía bien como parte del distanciamiento marcado que Santos quiere hacer de su predecesor Alvaro Uribe, quien no cerró su mandato en buenos términos con el gobierno de La Habana.

La movida colombiana

Fue además un acto de soberanía colombiana respecto a Washington, lo que revolvió las tripas al siempre beligerante exilio cubano de Miami. Pero que, paradójicamente, terminó avalando los requerimientos democráticos del presidente Barack Obama con relación al régimen castrista. Porque, en esencia, Santos ha logrado neutralizar a Cuba y sortear los reclamos estruendosos del ecuatoriano Rafael Correa y el sandinista Daniel Ortega, sin socavar la alianza estratégica con Estados Unidos.
 
Cuba, por su parte, deja una imagen de flexibilidad y madurez política, muy conveniente para la imagen internacional y las relaciones hemisféricas. Raúl Castro, en ganancia, no queda como un boicoteador de foros continentales, sino como un interlocutor capaz de adaptarse a las circunstancias de esta hora crucial para los países de la región.
 
El mensaje de Castro no pudo ser más hábil respecto a Washington: “No queremos provocar un roce diplomático entre Colombia y Estados Unidos”.

Y tal vez lo más importante sobre Cuba en la Cumbre suceda tras bambalinas, sin descartar la posibilidad de una delegación de observadores de la isla. Aunque ya se vislumbra la clásica discusión para levantar el embargo estadounidense a la isla, la que será otra manera de retribuir el buen gesto de Raúl Castro.
 
De paso, la movida colombiana en torno a la Cumbre de las Américas pone en evidencia que el bloque del ALBA no es monolítico, y que su verborrea de trincheras no debe tomarse siempre al pie de la letra. Incluso el presidente Correa, que es mucho más sensato que sus consortes Ortega y Evo Morales, debe pensar en cómo reposicionar su discurso tras el fracaso de su iniciativa de chantaje a favor de la participación cubana. ¿Renunciará Correa a presentarse en Cartagena después del fiasco? No sería recomendable y Hugo Chávez es el primero que lo sabe.

Santos ya ganó la partida, pase lo que pase en la Cumbre de Cartagena.

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