Miami, el periodismo y la impunidad

Departamento de Elecciones del condado Miami-Dade.

Departamento de Elecciones del condado Miami-Dade.

Por Enrique Flor*

En el sur de la Florida poco o nada se ha hecho para identificar y responsabilizar penalmente a los autores intelectuales y financistas del fraude electoral de las primarias de agosto pasado, el cual salpicó a las figuras más importantes de la política de Miami: el alcalde condal y la fiscal estatal.

El llamado “caso de los boleteros”, tal como se le denomina a las personas especializadas en recolectar y manipular boletas de votación por correo a beneficio del mejor postor, provocó que el pasado agosto la fiscal estatal Katherine Fernández-Rundle se inhibiera de la investigación por un conflicto de interés.

Y es que un empleado de la empresa consultora que conducía la campaña de reelección de la fiscal fue involucrado con Deisy Pentón de Cabrera, una mujer a quien se le detuvo con decenas de boletas ajenas. Esta presunta boletera también trabajaba para la campaña de reelección del alcalde condal Carlos Giménez.

Tras un seguimiento iniciado por el detective privado Joe Carrillo, la Unidad de Corrupción Pública de la Policía de Miami-Dade detuvo a Pentón de Cabrera literalmente con las manos en la masa.

Pistas y testimonios contundentes

Desde el arresto de Pentón de Cabrera, con mi colega Melissa Sánchez, joven periodista hispana nacida en Detroit e integrante del equipo de reporteros de cobertura local de El Nuevo Herald, hemos presentado numerosas pistas y testimonios contundentes sobre el fraude.

Una de las herramientas fundamentales para desarrollar esta investigación ha sido la Ley de Acceso a la Información, lo cual nos permitió revisar los sobres de las boletas que terminaron en manos de Pentón de Cabrera, y en donde estaban registradas las identidades y direcciones de los electores cuyos votos habían sido manipulados o alterados de manera grosera.

El segundo paso fue recorrer las calles de Hialeah con una sólida hipótesis de investigación: corroborar si hubo adulteración de votos.

Dedicados a exclusividad, con un promedio de 14 a 16 horas de trabajo diario, los siete días a la semana, primero durante una semana, y luego durante un mes, la cobertura noticiosa de otros temas locales fue asumida por otros muy buenos colegas que, me parece, entendieron que el sacrificio valía la pena. Además, las principales televisoras, en especial las hispanas, se enfocaron en el caso, no sólo cubriendo sino investigando nuevas pistas.

Labor de hormigas

El trabajo de hormigas, como reporteros de calle en Hialeah, nos llevó a obtener resultados impactantes: la mayoría de esos votantes eran personas incapacitadas mentalmente para votar, enfermos en estado terminal y ancianos analfabetos, entre otros.

La investigación periodística despertó la indignación pública al punto que el alcalde Giménez decidió separar de su campaña a la consultora Quantum Results. A eso sumó que la investigación fiscal fue asumida por la Fiscalía Estatal del vecino condado de Broward.

En medio de ese escándalo, casi sin respiro, explotó otro: la asistente del comisionado condal Esteban Bovo, que representa parte de Hialeah, había acopiado más de 160 boletas, violando una norma condal que había sido patrocinada por su jefe. Sin embargo, la asistente Anamarys Pedroza clamó inocencia y las autoridades la dejaron libre.

Para seguir las pistas de este nuevo capítulo del “boleterismo” en Hialeah se unieron al equipo los buenos reporteros Alfonso Chardy, de El Nuevo Herald, y Patricia Mazzei, de The Miami Herald, con quienes retornamos a las calles de Hialeah para recoger más testimonios de votantes cuyas boletas habían sido manipuladas. Pero además, documentamos cómo es que Pedroza, desde una oficina del gobierno condal, se había dedicado a realizar trabajos de “consultoría política” para tres legisladores estatales y, aunque suene increíble, de tres jueces de Miami-Dade. Ella y su madre recibieron miles de dólares por esos servicios.

Excusas antológicas

Salvo uno de esos jueces, todos ellos han rehusado declarar sobre el tema, incluso con excusas tan “creativas” como la que dio la esposa de un legislador: “No puede porque se va a bañar”.

Como ocurre en la mayoría de países de Latinoamérica, el periodismo de investigación suele encabezar la lucha contra la corrupción, a veces con amplia ventaja sobre los organismos llamados a ejercer la fiscalización pública.

En el caso de Miami, los testimonios recogidos por los reporteros de El Nuevo Herald ha permitido ofrecer pistas concretas para concluir que Pentón de Cabrera manipulaba y alteraba boletas de votación. Pero cuesta creer que ella actuaba sola. Seguir la ruta del dinero y de los documentos sería lo lógico en una comunidad lógica para continuar con la investigación.

Sin embargo, desde que la Fiscalía de Broward asumió la investigación hace siete meses, ésta aún espera que la policía de Miami-Dade le entregue evidencia clave para preparar el caso de forma consistente. Pero los siete meses de silencio y la presunta retención de pruebas sólo permiten sospechar que en Miami hay una confianza ciega en la impunidad.

*Enrique Flor es reportero de El Nuevo Herald. Ha investigado el caso de las boletas ausentes de Miami desde que el caso fue destapado por la televisión de Miami.

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