The Washington Post: EEUU no debe ceder a la extorsión cubana

Alan Gross junto a Adela Dworin y David Prinstein, presidenta y vicepresidente de la Comunidad Hebrea de Cuba.

Alan Gross junto a Adela Dworin y David Prinstein, presidenta y vicepresidente de la Comunidad Hebrea de Cuba.

El periódico estadounidense The Washington Post despidió el 2011 con un contundente editorial sobre el caso del contratista Alan Gross, arrestado en Cuba desde diciembre del 2009.

 El editorial reclama la inmediata liberación de Gross, luego de difundirse una foto reciente en la prisión del Hospital “Carlos J. Finlay” de La Habana, y rechaza los intentos del régimen de Raúl Castro de vincular un eventual gesto humanitario hacia el prisionero estadounidense con la excarcelación de los cinco espías cubanos que cumplen condenas en Estados Unidos.

CaféFuerte reproduce a continuación el texto íntegro del artículo de The Washington Post, aparecido en la edición del 31 de diciembre del 2011.

CUBA DEBE LIBERAR DE UNA VEZ A ALAN GROSS
Editorial de The Washington Post

Dos líderes de la comunidad judía de Cuba han visitado al estadounidense Alan Gross en el hospital militar de máxima seguridad en La Habana, donde permanece confinado desde el 3 de diciembre del 2009. Ellos encendieron velas de Hanukkah con él y luego salieron proclamando que se encuentra saludable y esperanzado. Sin embargo, para la familia Gross en Bethesda, este informe fue poco consuelo. Demacrado y deprimido, el hombre de 62 años no estaba entre los cerca de 3,000 presos amnistiados por el presidente Raúl Castro el pasado 23 de diciembre; a pesar de que una madre y una hija enfermas esperan por su regreso a casa, el señor Gross permanece en prisión con una condena de 15 años por “actos que atentan contra la integridad y la independencia” de Cuba.

Las acusaciones de Cuba se derivan de la labor humanitaria realizada por el señor Gross en representación de la empresa que opera los fondos estadounidenses para la promoción de democracia, en respaldo a sus compatriotas judíos en la isla. En concreto, ayudó a establecer una intranet y mejorar el acceso de ellos a la internet.

Mucho se ha insistido en el hecho de que el señor Gross llevaba teléfonos celulares y computadoras cuando viajaba a la isla, pero debe decirse que al menos en una ocasión las autoridades cubanas registraron su equipaje y le permitieron entrar los equipos al país después de pagar impuestos. “Yo no hice nada en Cuba que sea distinto a lo que se hace a diario en millones de hogares y oficinas en todo el mundo”, dijo Gross  ante el tribunal que lo declaró culpable el pasado marzo. O sea, ese es justamente el punto: en Cuba, ayudar a la gente a comunicarse libremente puede ser un delito.

El gobierno de Castro considera al señor Gross como una potencial moneda de cambio en su campaña para obtener el retorno de los cinco espías cubanos desde Estados Unidos. Este esfuerzo ha recibido desafortunadamente el apoyo de celebridades de Hollywood, Premios Nobel e incluso, en cierto modo, el ex presidente Jimmy Carter, quien llamó a la liberación de los espías cuando visitó La Habana en marzo (mientras decía que su destino debe ser “independiente” al del señor Gross).

No hay equivalencia, moral o de otro modo, entre el espionaje ilegal de los cubanos y la conducta del señor Gross. Los cinco cubanos condenados a largas penas de cárcel en el 2001 por, entre otras cosas, operar como agentes extranjeros no declarados e infiltrarse en instalaciones militares en el sur de Florida. Todos son reconocidos agentes de inteligencia, a diferencia del señor Gross, un promotor humanitario que quedó atrapado en la disputa entre EEUU y Cuba sobre los esfuerzos estadounidenses para promover la sociedad civil en la isla.

Sin embargo, las autoridades cubanas quieren ahora vincular ambos casos. Refiriéndose a los cinco agentes de inteligencia, el presidente del parlamento de Cuba, Ricardo Alarcón, ha llamado cínicamente a  “la comunidad judía en EE.UU.” a “persuadir a los políticos estadounidenses de que es hora de poner fin a esta injusticia y, en el proceso, encontrar  otras soluciones humanitarias”.

Aunque la administración Obama está usando los canales diplomáticos para la liberación del señor Gross, se ha negado sabiamente a jugar con la posibilidad de un intercambio de los espías por él. A lo sumo, una vez que el señor Gross  esté libre, la administración podría considerar pedirle al tribunal federal de Florida que permiten la salida hacia Cuba de el espía convicto que ha cumplido ya su condena en prisión. Un individuo con doble ciudadanía de Estados Unidos y Cuba quien ahora cumple tres años de libertad condicional.

Pero el ex gobernador de Nuevo México Bill Richardson manejó esa idea durante su visita a La Habana en octubre, y los cubanos la rechazaron de plano. Esos son los caprichos del Estado comunista, cuya larga lista de víctimas ha aumentado trágicamente con Alan Gross. El gobierno de Estados Unidos debe seguir tratando de traerlo a casa -sin ceder ante la extorsión de Cuba.

Traducción: CaféFuerte

 

 

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