Reflexiones de la Caimana: Del carácter conservador del pueblo cubano (II)

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“La resurrección de la carne” (circa 1945), de Salvador Dalí.

Por Ramón Alejandro*

Como les decía en mi precedente reflexión, sigo impulsado por mi sincero deseo de sacar en limpio algo del impetuoso y confuso caudal de creencias conservadoras implícito en la trova de Fátima de Homestead, una voz que he descubierto recientemente en las ondas radiales del panorama miamero.

Por propia iniciativa y autoridad de su ciencia infusa, la visionaria de Homestead se ha autoproclamado como “Mokongo Machévere” absoluto, del gran plante abakuá de todo el Sur de la Florida, por lo que he decidido continuar por un tiempo mi espontánea indagación antropológica sobre la mentalidad mágica de nuestro pueblo, tan dado a creer en cualquier cosa que se le inculque, sin aceptar que se le atribuya el calificativo de “mito” a sus más descabelladas fantasías.

Y lo peor es que se aferran a esas reliquias de otros tiempos con tremenda arrogancia, vanagloriándose de su intransigencia. No nos extrañe su pretensión, pues ya desde hace algunos siglos que allá en los pelados páramos de la meseta central de nuestra querida Madre Patria -esa España de nuestros amores, y de Tacón, mantilla y castañuelas, sin olvidar a Valeriano Weyler- se sentó aquel prestigioso precedente de la instauración de Teresa de Ávila como Doctora de la Iglesia, también por su “innata” e infusa ciencia, a pesar de la escasa escolaridad y deficientes estudios de esta voluntariosa monja reformadora.

El imprudente teléfono abierto

Algunas veces, a través del imprudente teléfono abierto, ciertos insidiosos oyentes le suelen salir al paso a Fátima. Por supuesto, según ella, todos están animados de las “peores intenciones” en contra de su justa cruzada. Los oyentes le señalan alevosamente  algunos cabos sueltos de la desmadejada teología católica, que ella insiste en llamar “filosofía”, aunque esté basada en la justificación a todo meter de las “verdades reveladas”, que se supone que estén -God knows why-  por encima del libre escrutinio de la razón, esa bien subversiva y malintencionada facultad enemiga de todo mito inherente a la mente humana.

Cabe aquí, lógicamente preguntarse, porqué Dios se la habrá dado al hombre para que armado de sus peores intenciones le tumbe su propio timbiriche. Sabiendo perfectamente que para que esa teología pudiera ser legítimamente llamada filosofía,  hubiese debido ser libre de poner en tela de juicio los numerosos Dogmas Infalibles que la Santa Iglesia de Roma impuso por sus propios casacabeles -y a fuerza de hogueras genocidas y de mercenarios armados- a todo el continente europeo antes de exportar ese mismo producto a nuestra pobre América Latina, con los salvajes conquistadores extremeños que asesinaron, a fin de salvarle su alma, por supuesto, al infeliz Cacique Hatuey.

Uno de estos impertinentes -que ella da en llamar “tontos útiles”- intervino cuando ella se quejaba amargamente a todo lo largo de su programa de una supuesta conspiración contra las Navidades, concertada por esa amenazadora nebulosa compuesta -imagino yo- por Edmundo García, Carlos Alberto Motaner, Barack Obama, medio Partido Republicano, Mahoma, Juana Bacallao, todo jaez de malintencionados de todos colores además de los variopintos y solapados acólitos del Diablo Marx de siempre, que para simplificar ella denomina “La Izquierda”. Pues uno de los impertinentes le recordó a Fátima que la fecha del nacimiento de Jesús es un misterio que nunca ha sido resuelto y que es seguro que no nació ningún 25 de diciembre.

De la resurrección de la carne

Pues la Dama del conservadurismo radial le respondió desdeñosamente que ella ya sabía eso, sin dar más explicaciones, y pasó por alto tener en cuenta que los romanos celebraban ese mismo día al Sol Invicto, con ceremonias que coronaban las fiestas Saturnales agradeciendo al Padre Tiempo; Saturno, el regalo que nos hacía con el retorno del astro Rey, que a partir de ese día comenzaba a alargar paulatinamente las horas de luz con las que nos infunde vida y alegría de vivir hasta el Solsticio de Verano el 21 de junio.

Sin embargo, seguramente que Fátima de Homestead cree a pie juntillas en la transubstanciación de las especies del pan y el vino que, según dicen los creyentes en ese mito medieval, se produce milagrosamente en el momento de la consagración,   convirtiéndose -nadie sabe cómo- en el verdadero cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo Himself.

Como debe también creer nuestra conservadora, que habrá -después del eventual Fin del Mundo y del segurísimo Juicio Final- una Resurrección General de la Carne. Olvidando que ya en el siglo trece, Bocaccio en su Decamerón, hizo derroche de irrespetuosa incredulidad, y utilizó jocosa y poéticamente el altisonante nombre de ese delirante mito para referirse a la erección matinal que suele producirse en los varones,  sobre todo durante el período de la adolescencia, única verdadera -y tan natural como prodigiosa- “resurrección de la carne” que nos sea científicamente comprobable, y muy digna de merecer ese nombre.

*Reflexiones de la Caimana es una sección de crónicas y testimonios que publica el pintor cubano Ramón Alejandro en CaféFuerte.

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