Se alquila: Una provocación feroz

Una joven recién llegada a la ciudad busca un lugar donde pueda alquilar una habitación y así arriba a una enigmática mansión, habitada por seres fantasmales. Esta obra es un acierto pleno de Miami Factory Theater.

Se alquila: Una provocación feroz
Dairín Valdés en "Se alquila", una producción de Miami Factory Theater. Foto: Ismael Requejo.

Ha bajado el telón del Miami Open ArtsFest, que organiza Artefactus Cultural Project cada año, y lo ha hecho con la compañía Miami Factory Theater y el estreno de Se alquila, escrita y dirigida por Erom Jimmy.

Jimmy es un director peculiar, que parece haber encontrado ya su manera de hacer teatro y nos entrega obras en la que no trata de reconciliar al espectador con las miserias humanas, sino que elabora piezas que parecen dirigidas a que el espectador sienta vergüenza de lo que está viendo. El teatrista huye del panfleto politizante para mediante un teatro duro, provocador, denunciar aspectos dolorosos de la realidad, muchas veces ocultos, casi siempre ignorados en toda su crueldad, pero de un altísimo nivel artístico.

En el caso de Se alquila, como en otras de sus creaciones más recientes, la farsa en forma dramática más que de género, permite al autor y director llevar a escena una situación escalofriante, pero lo hace a través de personajes que se mueven, en una especie de ritual despegado de la realidad, y nos narra así una historia que va de lo posible a lo imposible hasta llegar a lo inverosímil.

Escena de “Se alquila”, escrita y dirigida por Erom Jimmy. Foto: Ismael Requejo.

La obra va superponiendo o contraponiendo el movimiento y el texto según convenga para referirse, a través de la metáfora, al poder, al miedo, a la obediencia ciega, al hambre, a la oposición al poder y a sus consecuencias. De modo que es el contexto opresivo, más que los personajes, lo que crea la tensión dramática y lo emparenta con el teatro de la crueldad, en tanto lo que estamos viendo en escena no se muestra como una realidad vivida, sino como si la estuviéramos soñando.

Una joven recién llegada a la ciudad busca un lugar donde pueda alquilar una habitación y así arriba a una casa que ha visto anunciada en la prensa. El lugar resulta ser una enigmática mansión y los habitantes seres muy raros, como salidos de un cuento de fantasmas. Los iremos conociendo y sufriendo -tanto los espectadores como la nueva inquilina- mientras transcurre la representación. Inspirado en la obra del absurdo En alta mar, del polaco Slawomir Mrozek, Jimmy elabora un argumento entre la fantasía y el horror para colocarnos frente a hechos e ideas de nuestra realidad.

La iluminación, que evoca el expresionismo alemán, utiliza las sombras como recurso. Mientras se enfatiza la acción en las zonas iluminadas, las sombras contribuyen a crear un entorno de angustia e incertidumbre. La utilización del cuero como componente esencial del vestuario, nos remite muy acertadamente al fetichismo, la dominación, el sadismo y la sumisión. Las valijas, sin embargo, con independencia a que cumplen muy bien la función de practicables para armar escenarios diversos, fueron ya utilizadas por este director como elementos escenográficos en la puesta en escena de Pasajeros, en 2018, lo cual parece una reiteración innecesaria. ¿O será que en teatro de Erom Jimmy aparecerán siempre las valijas? 

Dairín Valdés en “Se alquila”. Foto: Ismael Requejo.

El tremendo desafío de los actores radica en incorporar unos personajes grotescos, que se mueven en una cuerda surrealista, con textos que pertenecen a una lógica naturalista. Sin embargo, hay en ellos mucha poesía que los llena de significado, de manera que deben mantenerse en el justo marco en el que la trama los coloca, a la vez que incorporan todo el tiempo una coreografía de movimientos hiperbólicos y un intercambio de posiciones en el espacio manejando elementos de utilería que deberán pasar de unas manos a otras con precisión.

Con estas exigencias Daniel Panebianco, el más joven del elenco, consigue no desconectarse del tan difícil rol que interpreta y logra llevarlo a buen puerto contra viento y marea, a pesar de que la vara para medirlo está muy alta. Lo que se convierte en factor determinante para, una vez conseguido un personaje, llenarlo de vida, es la experiencia y su juventud lo deja por debajo de un par de actrices con mucha más vida sobre las tablas.

No se entiende lo que es la experiencia hasta que se tiene y Belkis Proenza hace gala de su veteranía, además de su calidad interpretativa, en un personaje que se mueve literalmente en la oscuridad en el primer tercio de la obra. Ella hace que notemos su presencia, de manera que cuando sale a la luz nos imaginamos ya quién es y a qué viene. Belkis derrocha pasión, dedicación y un compromiso feroz con su oficio. A lo largo de su carrera nos ha demostrado que es capaz de pasar de un género a otro con solvencia y esta vez nos entrega un trabajo de muy alto nivel.

Difícil es el reto que asume Belkis junto a Catalina Arenas, que se perfila como una de las actrices más completas de las que podemos disfrutar por estos lares. Con una presencia escénica fuerte, mucha verdad y una dicción clarísima, Catalina posee todas las armas con que debe contar para su trabajo; es una actriz que transmite verdad, sabe meterse en la piel de cada personaje que interpreta y, siempre dispuesta a correr riesgos, tiene una preparación para el teatro físico que llega hasta lo acrobático.

He dejado para el final a Dairín Valdés porque tiene el rol más complicado de todos los que se mueven en la endemoniada casa donde se desata el conflicto: a ella le ha tocado ser la víctima. Para referirnos a su personaje debemos volver al género y a la atmósfera en la que tiene lugar la acción. La inquilina que interpreta Dairín es un personaje realista, un ser humano común, que, sin embargo, deberá actuar en medio de un ambiente de farsa, con personajes que  se comportan  en el dominio de lo imposible. En un rol como ese las emociones primarias deberían ser, probablemente, el asombro, la sorpresa, la incredulidad, al decirse la frase “esto no puede estarme sucediendo”, unido al terror que inspiran sus antagonistas. Armar el personaje a partir del tejido de esa cadena de emociones viene a ser harto difícil y, aunque Dairín lo aborda con seriedad y total entrega, sentimos que no llega al fondo.

Esta obra es un acierto más de Miami Factory Theater. Cuando el teatro tiene la función de provocar, de sacudir el espíritu del espectador, cumple su más bella y necesaria función, y cuando esa provocación tiene un profundo sentido, se convierte en una contribución de altísimos quilates. Ese es el caso de Se alquila.

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